Para Esperanza Rosales 102 años no son nada: "Aún soy joven, me queda mucho por vivir"
Por Alejandro Espiño
"Me arrastraron hasta aquí, yo no quería venir", reconocía Esperanza Rosales Cambra nada más llegar al Concello de Pontevedra. Pero al poco tiempo su visita, dijo, había valido la pena. "Me alegro de que me hayan traído", explicaba tras concluir su encuentro con el alcalde. Es una de las usuarias más queridas de la Residencia de la Tercera Edad de Campolongo. Todo el mundo la conoce y la respeta "porque se hace querer", afirman sus compañeros.
A sus 102 años reconoce sentirse "aún muy joven", aunque recientemente sufrió un desgarro en un tendón de una de sus piernas y le cuesta andar. "Sino bailaba hasta una jota", explicaba entre risas. Pero eso no ha limitado su independencia. "Ahora utilizo una silla de ruedas, pero la manejo yo sola", afirma orgullosa. Y su día a día en la residencia no se ha resentido en absoluto, ya que "sigo haciendo la misma vida que antes".
Lleva 20 años en la residencia pontevedresa. A pesar de ser natural de Tui se enamoró de la ciudad de Pontevedra "y aquí estaré hasta que me quede bajo tierra". Eso sí, asegura que "ansias de irme no tengo". Hasta los 105 años llegó la más persona más longeva que se recuerda en Pontevedra, le apuntó el alcalde. "Yo pido un poco más", afirmaba Esperanza. "Escuché de una señora que llegó a los 120, aún me queda mucho por vivir".
Y es que a pesar de su edad, su actividad diaria es envidiable. Se levanta entre las 5 y las 6 de madrugada y tras arreglar ella misma su dormitorio se ducha y deja el baño "impecable". Baja a desayunar sobre las 9 de la mañana y antes de "ver algo la televisión" reza el rosario en la capilla de la residencia. Después de comer no perdona la siesta, hábito del que le despierta Sálvame (Telecinco) "el programa ese en donde se tiran todos de los pelos, se pelean y critican a todo el mundo".
"Si yo tuviese el mando lo prohibiría", asegura muy seria. Ella dice preferir el programa Entre todos, de TVE, "donde se pide para los necesitados" y, especialmente, los documentales de La 2 "aunque a veces los quito porque me dan pena los animalitos esos a los que atacan y se los comen, sufro mucho". Esa es una de las características que destacan de ella sus compañeros. "Se preocupa por todo el mundo. Hasta hace poco nos acompañaba a todos al médico", dicen.
Es siempre muy activa en las actividades del centro. "Por las noches siempre juego dos partidas a las cartas, aunque siempre me ganan", explica mirando a los compañeros que le acompañaban en esta visita, José Ramón López y Paulino González. Y como le encanta el teatro participa siempre que puede en las representaciones que se organizan en la residencia. "Tiene una vitalidad asombrosa", aseguran sus cuidadoras.
Y eso que su vida no fue fácil. Emigró a Argentina con apenas 28 años. Allí conoció a su marido, un coruñés que frecuentaba el Centro Gallego de Buenos Aires. Ella trabajaba en un laboratorio y ambos regentaban varios negocios. Durante sus primeras vacaciones en Galicia le dieron la peor de las noticias posibles. "A los quince días de estar aquí me dijeron que mi marido había aparecido muerto", recuerda.
Su marido fue asesinado por unos ladrones que entraron a robar en su apartamento en la capital argentina. "Cuando volví saqué tres calderos de sangre de la habitación", explicó a una audiencia emocionada. No pudo quedarse mucho más tiempo allí. "Alquilé los negocios y me fui a trabajar a la ciudad argentina de Córdoba, como ayudante de un médico". Pero poco después hizo las maletas y volvió a su Galicia natal.
Ahora asegura vivir "tranquila y feliz" con sus compañeros. Y ya hace planes para seguir cumpliendo años "si Dios quiere, porque a mi ganas me sobran". Eso sí, para sus 103 años será el alcalde, Miguel Anxo Fernández Lores, quien la visite en la residencia de Campolongo. Así se lo prometió. Fue justo después de darle un gran y colorido ramo de flores que, desde hoy, la acompañará en su habitación.