Cobres, diez días todos a una para evitar la piqueta: "Tocamos o bombo e veñen todos"
Por Natalia Puga & Mónica Patxot
"Casas si"
"Derribos no"
"PXOM xa"
Seis palabras, tres conceptos y un único hilo conductor. Todos son carteles instalados por el barrio de Muiño y por todo Riomaior y Santa Cristina y San Adrián de Cobres y representan la lucha de los vecinos de Vilaboa para evitar que la Axencia de Protección da Legalidade Urbanística (APLU) ejecute la orden de derribo que pesa sobre el número 53 de Muiño.
Es la casa de Enrique López Patricio y, a pesar de tener licencia municipal de construcción y primera ocupación, lleva más de 20 años con problemas urbanísticos a raíz de una denuncia presentada en 1994 por el colectivo 'Salvemos Pontevedra' por incumplir la Ley de Costas al estar edificada a 72 metros de la Ría de Vigo. En el año 2000 se abrió un expediente sancionador que, 18 años después, la mantiene bajo la amenaza inminente de la piqueta.
La sentencia de derribo es firme ya desde 2010 y su ejecución se fijó para hace diez días, el mismo 21 de mayo pasado que se reactivó la lucha vecinal que lleva décadas latente con medidas de protestas más contundentes como crucifixiones vecinales en plena carretera y con una acampada en un terreno ubicado en la vía de acceso a la vivienda de Enrique López.
Diez días llevan ya los vecinos en pie de guerra y acampados y están dispuestos a continuar "ata o infinito e máis alá". O, lo que es lo mismo, "para sempre". Así se lo hacen saber a los periodistas que estos días peregrinan por su campamento improvisado, que suma ya seis tiendas de campaña y una carpa para la vida común de todos los luchadores, para hacerse eco de una lucha que está siendo ejemplo de unión vecinal y resistencia.
La logística de un campamento que siempre tiene a un mínimo de una docena de personas en alerta no resulta sencillo, pero "turnámonos e todo o mundo vén cando pode". Quienes trabajan de noche, acuden de día, quienes tienen media jornada laboral pasan por las tiendas la otra media, quienes trabajan durante todo el día asumen la vigilancia durante la noche y siempre es inestimable la cesión desinteresada de su tiempo que hacen parados y jubilados.
Los momentos álgidos se producen cuando a las ocho de la tarde salen en manifestación por Riomaior y la sobremesa, cuando hasta varias decenas de vecinos se dan cita en un acampada que desde hace diez días se ha convertido en epicentro de la vida social de Santa Cristina de Cobres y se organizan partidas de cartas, tertulias sobre los temas más variados y mucho espíritu reivindicativo que se traduce en originales carteles y pancartas.
Todos hablan por todos y hacen gala de una unidad de criterio que envidiaría cualquier conflicto vecinal a la hora de afirmar que esta situación límite a la que han llegado incluso ha tenido un pequeño lado positivo, en tiempos en los que la tecnología y las rutinas sociales potencian el indivualismo a ellos les permite "interactuar cos veciños, coñecelos mellor".
Todos están juntos en esta lucha y, además, se sienten apoyados y están seguros de que, si finalmente llega el temido momento en que las máquinas se acerquen para el derribo, "tocamos o bombo e veñen todos". La frase, en boca de una de las vecinas más reivindicativas es, en realidad, una metáfora. Simboliza que con un solo aviso, saben que todo Santa Cristina, pero también San Adrián, toda la zona de Cobres, responderían a la llamada para ponerse ante la piqueta.
En tiempos del whatsapp no hace falta ese bombo y el aviso es inmediato y con una capacidad de difusión imparable. Y, por si hay algún despistado, cuentan con bengalas para lanzar y que, al momento, todos los que simpatizan con la lucha del colectivo Salvemos Vilaboa y con la situación personal de Enrique se presenten en la zona.
"A verdade é que se non fose polo apoio social, xa o tería deixado, un só non pode loitar contra a admistración"
Ese respaldo vecinal actúa, además, de sustento moral. "A verdade é que se non fose polo apoio social, xa o tería deixado, un só non pode loitar contra a admistración", reconoce Enrique, en quien empieza a dejarse notar el desánimo de tantos años de lucha, pero, eso sí, "sempre mantes un fío de esperanza".
Enrique es de los que está en el entorno de forma permanente. Su vivienda ya la ha vaciado por completo, para que, si al final vienen las máquinas, al menos no le lleve también los muebles y enseres personales, y reside de alquiler a pocos metros del lugar. Ese hilo de esperanza lo comparte con muchos de sus vecinos, si bien hay quien llega a asumir que la llegada de las máquinas es inevitable, "é máis fácil iso ca que nos toque a lotería".
El espíritu de lucha se sostiene en la convicción de que la situación "é moi inxusta" y, además, generalizada en todo Vilaboa, donde hay 40 construcciones con un expediente de derribo abierto en sus 15 kilómetros de costa y empezan a sentirse "cidadáns de segunda" a los que la Xunta de Galicia somete a restricciones continuas y a una vigilancia extrema "de maneira ata mafiosa".
Enrique reconoce que a nivel municipal el apoyo es total y se está intentando agilizar el Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM) que permitiría fijar que las viviendas están ubicadas en un núcleo rural tradicional preexistente a la Ley de Costas y, por lo tanto, regularizar todas las construcciones. El actual es previo a la Ley de Costas de 1988 y el nuevo lleva años en tramitación.
Otro cantar es la Xunta, que a Enrique nunca le ha impuesto una multa coercitiva porque "o meu expediente é antigo e caducou", pero hay vecinos a los que le llegan sanciones cada tres meses por importes de 300, 600 o más de 1.000 euros -en función de las características de la casa- y a un vecino incluso hasta 10.000 euros al año. El presidente autonómico, Alberto Núñez Feijóo, es, por lo tanto, foco de todas las críticas.
Incluso centra las bromas. Cada día van organizándose para comer menús improviados que incluso hacen gala de originalidad, como una ensaladilla decorada con un "PXOM XA" encima, No dudan en invitar a los políticos de la Xunta a compartir un plato con ellos: "Que veña Feijóo, que un prato de comida non lle vai faltar, nós non llo negamos a ninguén". Y, de paso, charlarían con él y le preguntarían "por que?", "a quen lle estorba esa casa aí?".