Manuel Pérez Lourido
Perikín del Baile
Perikín del Baile es un niño monísimo, según su madre, y un auténtico mono, según su maestra (aunque esto lo trate en petit comité). Tiene 9 años y un carro de mimos. Da clases de taekwondo los lunes y los jueves, los martes de taichi, los miércoles de judo y los viernes de yoga. Y todos los días, en el recreo del cole, da hostias como panes a quien se le planta por delante. Acumula más sanciones que el Vaquilla a su edad, y sus papás ya lo han cambiado tres veces de colegio. Ha estado en un privado, en un público y en un concertado. Se le acaba el campo a sus progenitores y el pobre Perikin no acierta con los pastos. En la Delegación de Educación, el inspector jefe sale a tomar café en cuanto le avisan de que los padres de Perikín requieren su presencia.
Perikín es fuertote, de pelo liso y castaño, pecoso y superdotado. Y sufre de TOC, TDH, de asperger leve, y de incontinencia (por eso pide para ir al baño a cada rato). No recibe tratamiento por ninguna de sus múltiples afecciones, y menos por la de la de tener una cara como un piano.
Los sábados cae sobre la Herrería como Atila sobre suelo extraño y las palomas se cagan por la pata abajo y se largan haciendo sus cosas todas a la vez, como bombarderos en retirada. Los niños que aún no lo conocen se quedan sin cromos, sin gominolas, sin gusanitos y un par de ellos sin dientes, extremo por el cual los progenitores de Perikín han tenido que sentarse en un banquillo, confirmándose, como no, el diagnóstico de asperger que un psicólogo de estratosféricas tarifas puso frente a sus narices.
El disfraz favorito de Perikín en todos los carnavales es el de máscara mortuoria de la película Scream, lo cual podría orientar a cualquiera en el sentido de que el arrapiezo es un cafre de tomo y lomo, aunque a sus padres sólo les confirmó su sobredotación (¡fíjate, sale en una película que ni siquiera ha visto!).
Los directores de los centros de Pontevedra se mesan los cabellos (ellas) o se repasan las calvas (ellos) cuando se abre el plazo de matrícula, temerosos de ser obsequiados por el destino con la presencia de Perikín durante el siguiente curso.
En el fondo, todos tratan a Perikín como parte del PIB pontevedrés, como una inversión de futuro, como un futuro cotizante para las propias pensiones. Perikín es una especie que hay que proteger, un príncipe encantado con aspecto de rana. Mientras llega, crucemos los dedos, la transformación, Perikín va haciendo de las suyas de charco en charco, salpicando al personal.