Daniel Froiz
Las altas presiones
El rodaje de una película es un juego constante de presiones. Si la cosa sucede en Galicia y es Octubre, acumulas un riesgo importante con las presiones atmosféricas. Si hablamos de un sector en permanente crisis y con cada vez menos apoyos como sucede en este país, se dan además presiones en todos los ámbitos: se reducen los presupuestos; la financiación se convierte en una odisea; el equipo humano ha de multiplicar sus tareas y esfuerzos; no hay tiempo. Y has de hacer todo esto sin reducir un gramo la calidad de la obra, la competencia es máxima. Llegar a los grandes festivales es cada vez más difícil. El cine viene desde todos los rincones del planeta. Cada vez más territorios son conscientes de la importancia económica y cultural de su cinematografía. El acceso a las salas está cada vez más caro. Desparecen o se convierten en un negocio de palomitas y coca-cola. Me desconciertan y vienen a mi mente, en el medio de ese caos, las palabras de Fellini cuando dice que el cine es grotesco, una mezcla entre un partido de fútbol y un burdel. Las bajas presiones.
Y cuando todo parece más complicado, cuando la tormenta perfecta se acerca a tus puertas, un grupo de personas se ponen sus ropas de trabajo, alquilan una cámara de 16 milímetros y se ponen a recorrer Galicia entera y el norte de Portugal, sorteando milagrosamente la lluvia o introduciéndola en la película si cabe. En nuestro caso, conforme se iban acercando las bajas presiones, todo nuestro equipo, técnicos y actores, toda la gente que colaboró con nosotros fue despejando las nubes más grises. Liberándose de la presión acumulada en la preparación. Todos unidos e implicados en la misma idea. Todos persiguiendo un poquito de verdad. Decía Godard y así entendemos el cine nosotros, que la fotografía es verdad. Y el cine es una verdad veinticuatro veces por segundo. Las altas presiones.