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Esos trabajos que no parecen serlo (II)
Saliendo de las definiciones de relaciones laborales que el Estatuto de los Trabajadores define en zonas grises de su ámbito de aplicación, en lo cotidiano la realidad es tan compleja que aparecen muchas actividades más o menos rentables, con más o menos dedicación y pasión por parte de sus ejecutantes que es difícil determinar si resultan ser un trabajo. Personas con paciencia y habilidades impresionantes, dedicaciones a lo que uno considera un hobby y la sociedad pone en valor, servicios que no parecen tales… pongamos algunos ejemplos:
- A las chirigotas de Cádiz les ha enviado un requerimiento la Inspección de Trabajo, porque las hay que cobran por sus actuaciones, fuera del circuito puro de concurso. Actuaciones que previamente preparan, diseñan con mimo, en un derroche de horas y dedicación considerable. Hay público dispuesto a escucharlos y empresarios de hostelería, ayuntamientos, diputaciones … que les pagan una cantidad fija por participar en los eventos que organizan con la finalidad de atraerlo. Cualquier agrupación de carnaval de las que nutren los desfiles de nuestras ciudades ha invertido una cierta cantidad de dinero y una considerable cantidad de tiempo en diseñar y confeccionar disfraces y coreografías. En algunos casos, el mero hecho de inscribirse conlleva una compensación económica por la organización, ergo les pagan por actuar. Tienen un horario que cumplir, una preparación previa y colaboran al movimiento económico.
Que el negocio sea ruinoso en cómputo global (por muchos premios que ganen), nunca ha sido excusa para dejar de pagar el salario o cotización del trabajador, aunque sea un argumento utilizado con cierta frecuencia por empresarios de todo tipo. La inspección tampoco pretende hacerles cotizar por todas las horas de trabajo empleadas, solo por las actuaciones, como a cualquier otro artista, que tienen un sistema de cotización por fechas dentro del régimen especial de artistas en espectáculos públicos. Eso sí, en el medio de la actividad chirigotil hay desempleados, jubilados y otros perceptores de rentas que lo mismo ven afectadas esas prestaciones por los días de alta a los que se vean obligados.
- Muchos escritores (que llegaron a tener entre 1970 y 1986 un régimen especial de escritores de libros, antes de acabar integrados en el RETA), se dedican a ello en sus ratos libres, incluso como terapia, mientras trabajan en el sentido convencional del término en otras cosas (como lo hicieron durante años los entonces abogados Manel Loureiro o Lorenzo Silva, el administrativo Juanjo Millás, la restauradora gastronómica Dolores Redondo …). En este caso la línea de condición de trabajador es casi voluntaria, si no deciden nunca tener dedicación exclusiva pueden no llegar a cotizar por su actividad de escritor, que llamará más o menos la atención según los ingresos que le produzca y que igual resulta ocuparles más horas que su trabajo convencional. Cuando llega el punto en que incluso es más rentable, lo habitual es que pasen a ser profesionales de la escritura.