Bernardo Sartier
Torra y el autobús de Cerdedo
Torra tiene cara de bancario aburrido al que han frustrado su traslado. De director de sucursal pueblerina al que el Jefe de Zona prometió la capital pero aun atiende, desganado, al pensionista que le presenta la cartilla: "Pónmela al día". Torra dice que quiere al hermano pueblo español, pero no aclara tal modo de querer. Puede quererlo lejos, con fronteras y alambrado, humillado o inferior. Para qué nos vamos a engañar. Quererlo, a tenor de sus declaraciones de amor previas, no parece. En cuanto a lo de la hermandad, Caín también quería mucho a Abel.
Torra me parece a mí el tonto útil de una élite independentista que ha degenerado en hazmerreír de barriada sindical franquista. Nunca el independentismo catalán, consciente de sus límites, rebasó la frontera del amago. El hecho diferencial y tal. Pujol amamantando con el saca leches a su camada, Rómulo Mas y Remo Puigdemont. Ahora mea fuera del orinal el supremacismo y llega el reguero a Europa, que salpicada no comenta el pasado de Torra porque recuerda mucho la vergüenza de la Alemania de Adolfo. Para Torra fue un error no activar la independencia, después de declararla, y que la gente se marchase a mejillonear Bruselas ¡Coño! Pues actívela ya que están sorteando un bono viaje con pensión completa en Estremera.
Lo que tiene de bueno la prisión en España es que se come bien y que no te calcetan la uniformidad butano de los presidios yanquis, donde además va de serie, como guirnalda infamante, una cadena en los pies. Pero Quim no declarará l´estat catalá porque en él se aprecia a las claras un cinismo ciborg, de no sentir ni padecer. Refractario computarizado no hubo más que ver como se la sudaban el rosario de recordatorios a su piropeo racial. A veces sonreía. Incluso llegó a decir que apuntó a su familia a los CDR, que es como cuando yo apunté a la mía al Mercantil por lo de la piscina. Total, qué diferencia entre un niño con una pistola de agua y uno que quema un neumático y corta una autopista, angelitos. Antes un intelectual era Unamuno (Unamuno, no Unamona). Ahora es Torra. Claro que antes también era catedrático Ramón y Cajal y ahora Álvarez Conde.
Uno descubrió la individualidad neuronal y otro el máster sin esfuerzo. Los masters de Álvarez Conde son como las dietas milagro teletienderas, que consiguen adelgazar aplicando un vibrador en la panza cervecera. Unamuno se quejó a Silveria, su esposa, de que tenía que interrumpir sus investigaciones para ir a Estocolmo a recoger el Novel; el otro lamenta ante su santa tener que ir al juzgado por el quítame allá esas pajas de los másteres. El arcano estriba en averiguar quién es Torra. Si Monchito, Daisy o Macario, porque el foniatra-ventrílocuo es Puigdemont, que siguió la toma de posesión de Torra desde una mesa de formica: ¡Tooma Morenín!. Por cierto. Algunas teles sacaron una foto de Puchi en ese despacho. En la papelera ¡un oso de peluche!. Seguramente Carles, el de los cojones largues, le canta la Nana de la Independencia: Duérmete osito/duérmete ya/que con la "repu"/feliz serás. Cómo cambia todo. Miguel Hernández emocionaba con la nana de la cebolla y Carles conmociona con la nana del peluche.
Yo creo que esa melodía de caja de música adormeció al osito pero con el sueño eterno, muerte súbita por coñazo separatista. Los indepes quieren república porque en las repúblicas no hay pobreza ni represión y en las monarquías todo es miseria y falta de libertad. En Suecia, Dinamarca y Gran Bretaña, por ejemplo, son todos unos mierdas y unos pobretones. En las repúblicas, en cambio, siempre hace calor, los ciudadanos van en bolas y atan perros con longanizas, como en Corea del Norte. Cuando Companys imitó a Lola Flores desde el balcón de San Jaume diciendo "españoles, si me queréis, irse", la añorada república del 31 no aplicó el 155, no. Bombardeó la Generalitat. Es lo que tienen las repúblicas, mucha ternura. En la toma de posesión de Torra faltaban cuatro hachones, el catafalco y un fiambre. Aquello parecía un velorio de familia rica, sobre todo por los engalanados Mossos, cuspidiños a Boris Karloff en "El ladrón de cadáveres".
Los indepes son esencialmente plastas. Usted le dice a un indepe que el referéndum es ilegal y él le responde represión; usted que declarar una república es un delito y él que presos als carrers. Me recuerdan a un paisano de los años cincuenta al que daba urticaria la mili y se inventó un plan para escaquearse. Cuando le tocó el reconocimiento, el comandante médico le dijo que mirará la cartela y señalando una "A" que era de grande como el edificio del Gobierno Civil lo interrogó: qué letra es ésta; el nota contestó que no veía un carallo: ainda que me poñan un tren diante, eu non vexo nada. Con ese ardid convenció, cierto que a regañadientes, al médico, que certificó su incapacidad. Ah. Pero a la tarde, contento con su libranza y para celebrarlo se metió en el cine Malvar. Con tan mala hostia que, todavía las luces previas al Nodo encendidas, se sentó al lado el doctor que lo examinara esa misma mañana, que lo reconoció. Vaya ¿no es usted el que no veía nada? Sonlle, sí señor. Y si tan poco ve ¿qué hace en el cine? Y el cegato fingido que, sintiéndose perdido, recurre a la mejor interpretación de su repertorio: ¿No cine? ¿Pero este non é o coche de línea que vai pa Cerdedo?.
Pues tal que así los indepes. Usted que España es indivisible y ellos que dónde está la parada del bus de Cerdedo.