Manuel Pérez Lourido
El buen político
Un buen político es alguien que tiene como objetivo el bien común y un político extraordinario es alguien que además de tener claro qué es el bien común, es capaz de hacer del mismo un objeto de deseo para los ciudadanos. Alguien que tiene ideas claras sobre lo que hay que hacer para alcanzarlo y una vocación pedagógica para lograr que la gente lo comprenda. Alguien con un proyecto que va más allá de ir tirando hasta las siguientes elecciones.
No hay espacio que alcance para hablar de cómo han devenido los partidos políticos en una suerte de mixtura entre empresas de gestión del dinero público y agencias de colocación. Todos hemos participado en la degeneración de la labor política, unos en mayor medida que otros. Como decía cierto escritor alemán "cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto", somos vasos comunicantes.
La política está hecha de gestos. También de otras cosas, por descontado, pero ahora vamos a centrarnos en su aspecto más visual o, si se quiere, su lado más populista. Es gracioso que se utilice este calificativo de forma peyorativa, como si una de las obligaciones del que gobierna no fuese tener al pueblo de su parte. En eso consiste en parte la democracia: en que nuestros líderes no gobiernen de espaldas a su electorado.
Uno de los principales y más valiosos gestos que puede mostrar un político tiene que ver con la adopción de medidas que no benefician a su partido pero sí a la vida política, que buscan mostrar esta como un ejercicio donde la honestidad y la honradez son la regla y no la excepción. Nada hay más descorazonador que un gerifalte que calcula sus decisiones en función del coste electoral o que entiende que su compromiso con el partido ha de ser mayor que aquel que debería tener con la verdad y la integridad.
En última instancia, y ahí radica la grandeza de los sistemas de representación democrática, somos los ciudadanos los que validamos con nuestro voto las prácticas de nuestros políticos. Somos nosotros los que damos el visto bueno o no a la ética de su práctica política o a la ausencia de ella.
¿Está usted diciendo que tenemos la práctica política que nos merecemos, la clase política que nos merecemos? Evidentemente.