Cristina Ogando
"O que teño que facer para non ter que ir ao mar"
Verán, hacia principios de año, algo que todos sabemos que no queda tan lejos como parece, se montó el revuelo del siglo. Un juez se había enterado que un libro que llevaba dos benditos años en el mercado, hablaba de ciertas implicaciones de políticos con los narcotraficantes más importantes de Galicia. Todos sabemos de quien hablo y todos sabemos de los millones de euros que el grupo Atresmedia se ha embolsado con la serie.
Fariña es un éxito, y ahora al parecer, hacer de los malos de la película unos héroes, es lo que se lleva. Solo recordemos «La casa de papel».
¿Qué por qué digo esto? Porque verán, cuando jueves tras jueves escuchas a niños comentar el capítulo de la noche anterior y escuchas como muchos de ellos quieren ser como Sito Miñanco con su super planeadora despistando a la policía entre as bateas, con dinero de sobra para gastarlo en «barcos y putas» y siendo los reyes da ría; algo te da para pensar. Casi echas de menos que quieran ser como ElRubius.
Podrán pensar que es solo imaginación de los críos, pura especulación de una mente infantil que no entiende una parte de la historia más reciente de nuestra provincia. Disculpen, pero un niño interpreta el mensaje que le emiten. Si la serie se ha convertido en una exaltación de las malas decisiones de un par de desalmados, pues que le vamos a hacer.
Por cosas como esta, es que, como ya no había suficientes tópicos ante la figura de un gallego, tenemos que sufrir más cuando salimos de nuestras adoradas fronteras. Frases como «di algo en gallego», «¿dónde están las escamas?», son algunas, pero ahora también tenemos la famosa «¿dónde está la droga?». Porque al parecer, Galicia ahora solo da marisco, lo peor de la política española y droga. No culpo al resto del país en pensar tales barbaridades. Solo se han hecho cientos de series hablando del narcotráfico en nuestras costas. Lo normal, vamos.
Aunque no me malinterpreten, la serie está… bien. Sin más. Comenzó como una forma interesante de contarle a las generaciones más jóvenes lo que era el contrabando de tabaco y se ha convertido en una serie sensacionalista lenta y tan aburrida como el libro del que salió.
Porque, si alguno de ustedes no lo tiene en la mano por obvias razones, ya que su precio se ha disparado de forma absurda; es una investigación, no una novelización de polis y cacos. La adaptación es una recreación bastante poco fiel a la realidad y al relato, pero no vamos a entrar en mis cruzadas personales contra las adaptaciones. Además, reconozco que todavía lo tengo por casa, esperando a que un día tenga la paciencia suficiente para continuarlo porque es un ladrillo maravilloso para calzar una mesa coja.
Entonces ¿por qué se ha hecho famoso? Porque solo tienes que prohibirle a alguien hacer algo, para que lo haga. Un juez secuestró un libro que llevaba años en el mercado, un libro que pocos conocían y del que nadie dijo nada a pesar de salir ciertas alusiones a cargos públicos.
¡Y es que nadie iba a decir nada! Porque como la droga en Galicia, la corrupción política es algo del día a día en nuestro país. Y no saben lo triste que me resulta escribir esto.
Si no se ha hecho nada con una presidenta de Comunidad Autónoma, que aprovechó unos privilegios que no le pertenecían para escaquearse de lo que a otros nos lleva años conseguir, no iban a hacerle nada a un mísero exalcalde. Pero ahora, como todo en esta sociedad de la sobreinformación, se ha extendido el tema. Ya no hay vuelta atrás.
Y así nos va. Fariña es un éxito, los niños quieren ser narcotraficantes y en mi opinión, lo único bueno que ha salido de esta serie, que por fin va a terminar, es que Reizentolo ha sacado unas camisetas buenísimas. ¡Oh! y que le han presentado al resto de país lo grandes que pueden ser Heredeiros da crus.
Siempre hay que quedarse con el lado bueno ¿verdad?