Luis López Rodríguez
Castellio contra Calvino
El mundo de ayer, la autobiografía con la que Stefan Zweig se despide de la antigua cultura europea asentada en los valores del Humanismo y la Ilustración, resulta enternecedora pasados los años y contrastándola con una burguesía y unas élites económicas cuyas inquietudes intelectuales en nuestros días parecen no ir mucho más allá del marketing empresarial y los activos financieros. Resulta un tanto abrumador recordar aquella cultura europea, tan bien retratada por Zweig, que nos dejaría figuras como Freud, Rilke, Hofmannsthal, Einstein, Kafka, Musil o Joseph Roth, y también a Adolph Hitler.
Motivado por el espeluznante ascenso del nazismo, Zweig se decidiría a publicar en 1936 uno de esos ensayos con la extraña cualidad de suscitar nuevas reflexiones adaptadas a la actualidad, un texto sino inmortal, que al menos soporta incólume el paso del tiempo transcurridos más de ochenta desde su publicación.
Castellio contra Calvino, reproduce el enfrentamiento entre dos hombres brillantes, aunque con cualidades bien diferenciadas, dos figuras contrapuestas de las que Zweig se vale para armar un relato sobre la lucha entre el poder y la razón, entre la conciencia y la violencia. La historia de cómo una ciudad, Ginebra, que presumía de una de las democracias más avanzadas de Europa, sucumbió sumisa a los deseos despóticos de la fría e inflexible inteligencia de Calvino durante la instauración de su reforma religiosa. Durante un mandato que se prolongaría por más de veinte años, Calvino conseguiría someter a la ciudad Suiza bajo unas normas que borraban de la ciudadanía cualquier rastro de espontaneidad o alegría, prohibiendo bailes, juegos, fiestas, libros y hasta las conversaciones ligeras, e imponiendo castigos desorbitados para aquellos que se atrevieran a criticar o cuestionar los dogmas de su fe. Sólo un hombre, Sebastian Castellio, tras un primer encontronazo con Calvino que le llevaría al exilio en la ciudad de Basilea, plantaría cara al teócrata alemán a raíz de la condena a la hoguera por herejía del médico aragonés Miquel Servet. <<Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre>>. Comenzaría entonces una lucha dialéctica en la que Castellio defendería la libertad de culto y reprocharía a Calvino la atribución ilegítima de unos poderes que sólo a Dios correspondían. La respuesta de Calvino llegaría en forma de ataques y difamaciones hacia Castellio que éste contestaría desmontando sus argumentos en un escrito (Contra libellum Calvini) que destaca por su admirable honestidad y tolerancia.
Lejos de ablandar su postura, Calvino aprovecharía su poder para redoblar sus ataques y acabar a acusando a Castellio de herejía, lo que habría llevado al erudito humanista y su razón a la hoguera de no haber fallecido en medio de la polémica.
En Castellio contra Calvino se nos invita a un lectura amena, clara y emocionante, una narración vívida de un suceso histórico que nos sugiere varias reflexiones sobre nuestra conducta individual en relación con el poder y nos ofrece un ejemplo inmejorable de resistencia intelectual ante los abusos de éste. Con tales características, y ante la actual deriva jurídica que restringe cada día un poco más los márgenes de la crítica, no nos extraña que la introducción de libros como este en los planes de estudios de nuestros jóvenes, esté a años luz de conformar una realidad