Marisa Lozano Fuego
Tormenta
Estos días amenazó tormenta.Los truenos caían como gritos, encima de cabezas y de árboles.El firmamento se agitaba.
Yo también, siempre sucede, es una especie de ósmosis mortal , mi cuerpo se simbiotiza con los elementos y es una esponja de agua y luz. Revienta, sufre, explota, nace. No sé si os sucede. La tormenta es una crisis del tiempo, es un estallido feroz.Es un crack, un temblor de tierra que no sabe dónde morirse.A lo mejor nos parte un rayo, o quizás ese mismo rayo destruya una falacia, un mito. A menudo hay tormentas internas, de esas que nos revuelven el estómago, el pasado y los ideales.
¿Habéis tenido ganas de morir?¿D romperos en mil pedazos?
Eso hace la tormenta, estalla, grita, revienta, es la cópula inclemente del trueno, es el dominio de los cardinales demostrando su hegemonía. Y luego, la Nada. Igual que cuando ardemos muy adentro, cuando nos revientan las lágrimas, el corazón bombea lluvia y nos ahoga la ansiedad. Sí, esa misma taquicardia. Esa, esa necesidad de huir. De cubrirte con edredones y ser furia, relámpago, agua. De disolverte, desaparecer. Sí, esa. De convertirte en un océano y ser arrastrada por la corriente, porque la tormenta es más fuerte que tú y no puedes detenerla. O no quieres, te supera, te agota. O prefieres ser balsa, sí, o gota de lluvia, quizás así no haya destrozos.De pequeña muchas veces soñaba con ser invisible. O sirena, o animal acuático. El hecho de confundirme con agua, aire, viento, me parecía una simbiosis inevitable. Volver a lo primigenio, absorber toda esa pureza que la llamada humanidad nos quita. No ser nada, ser todo siendo nada. O no ser. Así pues, seremos tormenta, pero vendrán otras, y a veces no podemos controlar los huracanes.
Otras , formaremos parte del mismo, o seremos árbol caído.Lo sé. Cenizas, polvo, escombros. Pero es curioso, tópico y extraño…siempre queda todo más limpio cuando una tormenta revienta. Cuando estalla, cuando salpica. Todo claro, todo sin nubes.A lo mejor es necesario. Así como vomitar palabras en folios que piensas que nadie leerá o que a nadie importan, pero necesitas hacerlo porque es tu manera de respirar, explotar, tronar. Quizá no puedas hacerlo de otra manera. Quizá ser tormenta no es tu función o tu destino. Me doy cuenta de que posiblemente no lo sea.
Tal vez ser océano permita formar parte del escenario, hidratar las pequeñas balsas y mecer algún corazón por si acaso los cetáceos, los navegantes o las estrellas de mar necesitan de una brújula acuosa.
La tormenta ha pasado. Os lo prometo. Trina un mirlo en el árbol más vecino. Podéis escucharlo cantar.
O podéis ser parte del trueno.
Siempre es una elección consciente destruir o construir vida.Ambos fenómenos son lícitos. Naturales . Humanos.
Por naturaleza o conciencia, tengo claro cuál es la mía.