Bernardo Sartier
Descanse en paz
Curioso fenómeno. Sumados votos o diputados independentistas de los diecisiete parlamentos autonómicos y confrontados con los de los partidos no nacionalistas, franca minoría. Sin embargo, sus tracas molestan como el petardo extemporáneo. Pero las Fallas pasan porque, salvo Pocholo, la gente no aguanta la fiesta permanente. Puigdemont creyó que todo el monte era orégano, o sea Fallas o Diada y fue a turistear por Europa. Lo pobre que era Cataluña y lo sojuzgada que estaba por la pérfida España. Pero se confió e hizo fonda en casa de la tita Ángela, en Germania. Tita Ángela (Merkel) le ofreció una habitación en la Hospedería Caldero. Austera pero funcional. Los independentistas quedaron muy contentos con esa hospitalidad y lo celebraron quemando contenedores y gritando "els carrers serán sempre nostres”, lo mismo que decía Fraga cuando la calle era suya ¡Viva la República!.
Dijo Locke que era bueno que legislar, administrar y juzgar, que todo lo hacía el monarca absoluto, estuviese repartido en diferentes órganos. Del soberano a la soberanía del Estado. La división de poderes. Subrayo: Locke, no Montesquieu, que ni siquiera se llamaba así sino Charles Louis Secondat, barón, eso sí, de Montesquieu. La única división de poderes que ensayó el independentismo fue atribuir la agitación y la propaganda a Omnium y ANC, la kale borroca a las CUP y la peluquería a Puchi. Cómo carallo, con estas pallas, iban facer palleiro. Les pido ahora un ejercicio de memoria. Septiembre del 17. Recuerden a Llach, a Puigdemont. A Rull, a Forn y a Rufián. A Forcadell. Especialmente a Forcadell, látigo pasional e inmisericorde de los constitucionalistas mientras diletó en la impunidad, porque luego llegó al Supremo y lo primero fue preguntar al ujier si había suficientes existencias de papel higiénico. El demude de su rostro revelaba el giñe. Recuerden a Rovira, emboscada mosquiña morta que salpimentó de cagaditas antiespañolas la pocilga independentista. Lo dice la Guardia Civil, de las pocas instituciones en España que aun merece respeto. Rovira, que es la hija del alcalde franquista de San Pere de Torelló, se ha ido al exilio. Más preciso decir al autoexilio o al exilio voluntario. Quiere que su hija crezca libre fuera de la España represora -dice-, pero no explica cómo va a convencerla, cuando adulta, de que su huida -dejémonos de eufemismos- encarceló a sus compis de cuadrilla, por qué a ver quién es el guapo que deja en libertad al resto de cuates a riesgo de que se den el bote.
Qué solidario ser compañera de partido de Junqueras (compañero viene de "cumpanis”, de compartir el pan) y dejar que él coma el pan de la cárcel mientras tu disfrutas del integral centroeuropeo, que es muy rico. ¿Recuerdan la arrogancia de los epigrafiados? ¿Recuerdan cómo pisotearon los derechos de sus compañeros de parlamento con la astracanada de las leyes de transitoriedad? ¿Con la firma de aquel papel en uno de los bajos del parlamento que más parecía manuscrito de compraventa de vaca entre tratantes que documento acreditativo de la proclamación de una república? ¿Lo recuerdan? ¿Recuerdan cómo se abrillantaron el ojete con los dictámenes de los letrados del Parlament? Semejaban, mutatis mutandis, Hitler y los suyos, rendido París, oteando la Eiffel desde Los Inválidos. Exhibían sus rostros la superioridad del que, pica en Flandes, confunde culo con témporas. Rostros similares al del borracho en pico de ebriedad que se siente fuerte y guapo mientras desprecia a la charnegada. Pero el viernes… Ay el viernes. El viernes fue la resaca. Ese arrepentimiento sediento y migrañero en el que uno se jura no volver a beber: "Hola. Soy Turull. Prometo no volver al procés”. Qué extraordinario caleidoscopio de "Independentistas Anónimos Rehabilitados”. Cómo recuerda "Días de Vino y Rosas”. El "procés”. Rollo amplificado por altavoz de mercadillo de aldea que los confundió como confunde la cocaína al toxicómano. El viernes, ay el viernes, el viernes en el Parlament ya no gritaban independencia, sino llibertat, que es menos transgresor y evita la cárcel. Un poema los rictus de algunos trasluciendo la melancolía del fracaso político y personal. Y la preocupación de la trena, que más que por privativa de libertad jode por aburrida. Lo lamento. Hace mes y poco explicaba a mis alumnos del master de la abogacía el poder catártico de la cárcel. Cómo vi, hace años, a una clienta acusada de un hecho gravísimo entrar en prisión casi obesa y convertirse, en unos días, en anoréxica.
El viernes no había pupilas sino rejas. Califiqué una vez a los independentistas catalanes de orquesta Titanic. El viernes, ay el viernes, los instrumentos griparon e semellaban, os músicos do procés, a Santa Compaña. Una cofradía de almiñas en pena que apela ahora a los hijos y a los costes familiares como pornográfico argumento exculpatorio ¡Coño! ¿Y no podían haberlo considerado antes? ¿De verdad creyeron que el Estado era una comunidad de vecinos? ¿Acaso qué Llarena, juez del Supremo, presidente del tribunal de las aguas de Valencia? ¿Sorda la Fiscalía? ¿Los letrados del Estado unos lerdos ataráxicos que deshonrarían su obligación profesional mirando hacia otro lado? Pero vamos a ver: Estos tíos… ¿Ojearon la Constitución? Borrachos. Ebrios de soberbia política y hasta amnésicos olvidaron el pacto constitucional que los llevó a renunciar a un cupo como el vasco. Que refrendaron, mayoritariamente, su Estatuto de Autonomía. De Los Inválidos al Bunker. Al hundimiento. Del canto coral del Segadors -bello himno poluído en boca de cagones- al velatorio. Me pregunto dónde está Llach. Un tío que conoció el "paraíso” franquista y dice ahora, menuda jeta, que en España no hay democracia. ¿Los recuerdan entrando al Supremo hace unos meses? Cuixart, Sánchez, Romeva… Aplaudían y sonreían a la concurrencia como la estrella roquera desprejuiciada saluda a sus fans. Iban con el convencimiento de que ante la judicatura española pesaría más su supremacía y prestigio de catalanes con pedigrí que la aplicación de la justicia.
Patinaron. Aquellos mediocres pagados de sí mismos agachan ahora el rabo entre las piernas y moderan el tono, conscientes del ridículo y acojonados ante la intuida reclusión larga. Entre el Pleno de septiembre, en el que hicieron lo que les salió de los huevos y el del jueves y sábado, velatorio del cadáver nada exquisito del procés, no hay más que unos meses. Poco tiempo y una diferencia. La que va de sentirte impune a preparar el neceser y unas mudas interiores. El viernes, ay el viernes, las "furgallas” de la Benemérita quemaron goma en horas extras. Curro a mazo. Luego llegó el sábado. Sesión en el Parlament y la Ciudadela convertida en un tanatorio. Puchi, listo de carallo según Rahola (outra que tal), confundió CNI con la TIA de Mortadelo y Filemón. Pero el CNI no era la TIA sino la TÍA Ángela, que tiene unas autopistas magníficas para que repostes en ellas como reposta el ratón en la ratonera. Y luego clac. Descanse en paz. El procés.