Carmen Novo Colldefors
Hasta las narices de los bancos
Yo estoy hasta las narices de los bancos. ¿Y ustedes? No hablo de algo que me haya pasado en Pontevedra: esto quiero aclararlo para que no haya malos entendidos. Ni tampoco a mí directamente, sino a personas que conozco personalmente.
Noticias sobre las preferentes, los desahucios y todas esas calamidades las leemos prácticamente todos los días. La gente protesta, pero poco, o nada, consiguen. Realmente, muchas cosas parecen una tomadura de pelo a sus clientes, a los que se supone debían tratar bien ya por el solo hecho de serlo. Por el contrario, nos encontramos con una especie de pasotismo, de ganas de complicar las cosas, cobros casi por pisar sus instalaciones e incluso engaños o abusos de la confianza que despiertan con su amabilidad postiza algunos de sus empleados.
Hay clientes que son para darles a comer aparte, no lo niego; pero una gran mayoría somos ciudadanos normales y corrientes.
Cuando veo a esos grupos de personas que se reúnen en la calle, casi siempre delante de alguna sucursal, siento pena, pena por ellos que han perdido los ahorros de toda una vida y pena por nuestro país, que está quedando a la altura del betún ante el mundo.
Aun así, son objeto de críticas: se querían aprovechar, se metieron en algo que no debían por su capacidad económica, etc. Puede ser que algunos hayan sido muy optimistas o imprudentes, pero ¿todos?
Lo que veo es que a la hora de cobrar las entidades bancarias no pierden ni un minuto ni un céntimo de euro; pero cuando llega la hora de pagar la cosa cambia: trámites y más trámites; que falta un papel que se multiplica como los gremlims, ya que aseguraron antes que era el último necesario.
Y lo malo es que explicaciones hay pocas y si se intenta ampliar esa escasa información, sale una voz grabada, que te tiene un montón de tiempo colgado del teléfono escuchando una música insufrible o marcando teclas, cuando no hablando con una máquina que no te entiende y te hace repetir las cosas para una vez atendido, te remiten a otros números, a otros departamento y, a veces, a otros lugares, como una peonza. Bueno, lo de las grabaciones es tan general en este mundo deshumanizado, que daría para hablar largo y tendido.
A pesar de esto, hay que ayudar a los bancos. Además de burro, apaleado, como se suele decir.
7.04.2013