Cristina Ogando
Ahora pensar es peligroso
"No es bueno que la mujer lea, eso le dará ideas, la hará pensar".
Gran frase ¿no creen? Es de Gastón en La Bella y la bestia. Ya saben, ese carismático, atractivo y fortachón que Disney trajo a nuestras vidas como el prototípico hombre perfecto. Porque el hombre perfecto existe. Claro.
Es una de mis frases favoritas de esa película. En unas pocas palabras dice tantas estupideces que ni nuestro señor Presidente podría superar, y eso que en sus pocos pero eternos años de investidura, nos ha dejado perlas dignas de los anales de la historia.
Una mujer que piensa, ¿es malo? Parece que sí.
Porque a alguien que se le hace trabajar fuera de casa, a la que se le pone sobre los hombros los hijos, los padres, los suegros y las tareas del hogar, no es una persona apta para decidir por si misma ¿verdad? Si es que es una locura que se pueda ser tremendamente responsable para lidiar con tantas cosas, pero no para pensar sobre qué es mejor para ella. ¿Saben por qué? Porque para eso siempre han estado los hombres. Para decirnos qué vestir, qué decir y cuándo decirlo para que no hablemos de más. Para decidir sobre nuestro cuerpo, cómo nos sentimos y qué pensamos. Para conformarnos con nuestros míseros sueldos, nuestra vida y nuestra libertad.
Y yo me pregunto… si nosotras somos tan tontas que ni sabemos decidir qué vestido ponernos ¿por qué ellos no se encargan de la casa, el trabajo, los niños y las cargas familiares?
Porque, señores, la historia nos enseña muchas lecciones en sus miles de años y es que el oprimido llega a un punto que se cansa de ser un felpudo. Y nosotras hemos aguantado muchos muchos pero que muchos años. Lo peor es que demasiada gente todavía no se ha enterado de que estamos hartas y cansadas, de que se nos trate como simples objetos y esclavas en las cocinas.
No quiero que le den mi puesto a un hombre porque mi jefe tema que me quede embarazada, ni que me echen porque vaya a tener un hijo y ya no hablemos de contestar a esa pregunta en una entrevista de trabajo. No quiero cobrar menos cuando estoy igual de cualificada que mis compañeros para hacer mis tareas, ni de tener miedo cuando voy sola por la calle de noche, ni de cargar yo sola con la casa, ni que piensen que por invitarme a cenar tienen derecho a hacer lo que quieran conmigo. Quiero que se me reconozca por mis méritos cuando consigo algo y que no se especule que he usado mi cuerpo para lograrlo.
Y así pienso yo y muchas otras mujeres trabajadoras. Porque, ¡oh! sorprendente giro de los acontecimientos, pensamos y no somos peligrosas, solo hacemos peligrar la posición degradante a la que nos ha empujado la sociedad durante siglos ¿que estamos avanzando? Puede que si, pero esto empieza a parecer el paso del cangrejo "un pasito por la conciliación familiar, dos hacia atrás con el acoso en la empresa".