Cristina Ogando
Galifornia
Hay un chiste a nivel personal que todos los años se acaba repitiendo. De estar en invierno o primavera y cuadrar con que en las noticias de la noche está el típico reportaje sobre las increíbles lluvias que está teniendo nuestra comunidad. Es ver eso y soltar un «Que raro, llueve en Galicia».
Como esta hay muchas más bromas típicas que soltamos o nos sueltan a los gallegos. Que si tenemos escamas en vez de piel, que cómo se puede vivir con tanta agua, que si cuantos paraguas perdemos al año o que si salimos de Galicia moriremos por falta de humedad. Solo hay un problema este año: no hay agua.
En mi corta vida he sufrido diversos…vamos a llamarlos contratiempos por culpa de las tormentas tan típicas de aquí. Casos menores y que levante la mano quien no ha sufrido algo así.
Desde llegar tarde al instituto porque he tenido que atravesar una inundación en mi calle con el agua hasta las rodillas, hasta la tormenta del siglo en Santiago sin paraguas viviendo en la otra punta de la ciudad. Celebrar Carnavales y fin de año bajo el agua, pasando por la típica baldosa trampa de la acera que al pisarla te ha salpicado todo el vaquero. Esa maldita y puñetera piedra del casco antiguo que espera a la víctima perfecta. Mínimos, ínfimos percances relacionados con el elemento base de nuestra comunidad. Y que ha desaparecido.
¿Alguien es capaz de imaginarse Galicia sin lluvia? Es como imaginarse Valencia sin pólvora. Hay gente que lo preferiría, pero todos sabemos que es antinatura.
Y claro, llegados a este punto en el que estamos en noviembre con una mísera y triste semana de lluvias menores, con los embalses por debajo de la mitad de su capacidad y con la Xunta haciendo un plan de actuación contra el cambio climático. Con este panorama solo se me ocurre preguntar: ¿ahora es cuando les corre prisa?
El cambio climático lleva siendo una realidad desde hace más de veinte años y por mucho que existan eminencias con el poder de la verdad absoluta que desmienten su existencia, véase Trump, creo que ese hombre debe vivir en Matrix, porque algo no me cuadra. Como diría nuestro señor Presidente «Esto no es porque sí. Esto no es como el agua que cae del cielo sin que se sepa exactamente por qué». Para empezar, porque no hay lluvia.
Los factores y agentes que han desembocado en este veroño y que nos forzarán a pasar las navidades en la playa al más puro estilo de Galifornia, somos nosotros. La despreocupación, la falta de interés y el decirnos «De poco sirve que yo haga algo. No marcará la diferencia» nos empujan a una Galicia sin lluvia. A una Galicia sin as altas copas de escuro arume arpado de las que hablaba Pondal porque lo hemos quemado todo. Vamos a destruir lo poco bonito que nos quedaba por simplemente no querer hacer más. Y es triste. Como siempre, esto no es tanto un discurso ecologista, créanme que no era mi intención, sino una invitación a la reflexión sobre que podemos hacer. No solo para adaptarnos a un nuevo clima que se nos echa encima como un depredador, sino para evitar que esto no termine peor que una mala distopía o un apocalipsis zombie.