Félix Hernáez Casal
Desayuno preventivo
Me ha pasado más de una vez, lo reconozco. Por razones familiares me levanto de lunes a viernes entre juramentos silenciosos (y en ningún caso reproducibles) antes de las seis y media de la mañana.
Al llegar el fin de semana y si mi hijo no revolotea a mi alrededor con su admirable (espero que también perenne) alegría con la que comienza el día, claramente heredada de su madre, acostumbro a sumergirme en el mundo de Morfeo hasta que las agujas del reloj se aproximan peligrosamente a las doce del mediodía.
Esta temporada en la que los equipos madrileños han vuelto a encuadrarse en el grupo I de la 2ª B y a competir con los equipos gallegos en esta difícilmente soportable categoría, los partidos a las 12 de la mañana vuelven a tomar protagonismo.
En campañas anteriores en las que estas sesiones futbolísticas matutinas eran habituales el que esto escribe tenía por costumbre salir de la cama muy cerca de la hora del partido del Pontevedra CF y hacer coincidir un ligero desayuno tardío con el comienzo del choque colocando junto a la taza de café y unas galletas una radio con auriculares que procedía a engancharme en los pabellones auditivos con toda la ilusión del mundo.
Por aquella época no sólo se jugaba por la mañana en Madrid sino también en aquellos campos azotados por el viento y con césped artificial de las Islas Canarias que contribuían exponencialmente a aumentar el hastío que desprende la llamada categoría de bronce del balompié español.
Muchas de aquellas ocasiones experimenté atragantamientos súbitos provocados por goles tempraneros encajados por el equipo de las más variadas formas que dejaban media galleta y un sorbo de leche en medio de mi sorprendido gaznate que volvía a la normalidad tras una serie de carraspeos y toses entrecortadas.
Pero eso sucedió hace varios años y optimista como pocos recuperé aquella controvertida costumbre el día en que esta misma Liga 2017/18 empezaba en el campo de Barreiro a las doce en punto del mediodía.
Mi error se hizo evidente al primer trago cafetero. No había llegado el líquido elemento a la parte superior de mi garganta cuando el equipo encajaba el primer gol en Vigo provocando que parte del dichoso trago tomase el camino de vuelta hacia el exterior a una velocidad inusitada.
Antes incluso de recuperarme no llegó aquel día el segundo tanto celeste de verdadero milagro.
Así las cosas examiné el calendario liguero y fácilmente comprobé que la siguiente cita “a la hora de misa” sería en el campo del Rayo Majadahonda. “Ese día no me pilláis caballeros, tomaré medidas preventivas”- me dije entre dientes mientras apuntaba la fecha del partido.
Dicho y hecho. A las once y media de la mañana ya había pasado por la ducha y alcanzado una cafetería a la que suelo acudir.
Examinando cuidadosamente el reloj de mi teléfono móvil comprobé gozoso que todavía quedaban más de diez minutos para las doce cuando todo el café con leche y el bollito que lo acompañaba pasaba a formar parte de mi aparato digestivo sin haber experimentado sobresaltos absurdos antes de llegar al estómago.
Lo que pasó después ya lo saben los fieles seguidores granates. Antes del minuto cuatro se cometió un error en cadena que finaliza en penalti y tras su transformación en el 1-0 para el rival que a la postre resultó decisivo para la derrota en el Cerro del Espino.
Como ya ocurriera hace un par de meses en la ciudad olívica otra vez nos habían “cogido en las patatas” a las primeras de cambio y “vacunado” con un tanto que ya fue imposible remontar.
No es cuestión ahora de volver al punto en el que estábamos hace unas semanas tras perder en Fuenlabrada y caer al fondo de la tabla con un punto de quince posibles.
Después de tres victorias consecutivas que consiguieron que levantásemos mínimamente el vuelo no estaban ni mucho menos solucionados los efectos negativos de un comienzo desolador de competición pero tampoco ahora con esta nueva derrota debemos pensar que hemos vuelto al punto nefasto de partida anterior a las victorias.
Hablábamos hace siete días del trabajo de pico y pala que el equipo tiene que hacer para recuperarse del todo en la clasificación y este mal partido en Majadahonda, en el que el Pontevedra ha vuelto a ofrecer esa imagen pacata y descuidada atrás fuera de casa, pone de manifiesto que esa labor de huida definitiva de los puestos de abajo para poder así mirar siquiera tímidamente hacia arriba resultará complicada y farragosa.
Llega ahora el Coruxo que tan profesionalmente se portó en Pasarón la temporada pasada en la ribera del Lérez.
Es de esperar que podamos ver a un Pontevedra más parecido al del Castilla o Sanse que al de ayer. Si se gana podríamos entender que la recuperación continúa y que lo de Majadahonda ha sido un traspié.
Si no se gana volverán las dudas al entorno del club.
Eso sí, recomiendo a aquellos que se tomen con calma las mañanas domingueras y desayunen escuchando al Pontevedra por la radio cada vez que juega a las doce de la mañana que lo hagan un poco antes para que los churros, las tostadas o el cruasán no encuentren obstáculos inesperados a la hora de ser eficazmente deglutidos.