Manuel Pérez Lourido
Desta non vai, nen
El windsurfing emocional que se practica estos días en Barcelona y aledaños terminará en la orilla del día 1, aunque no se sabe cómo. El Govern hará todo lo posible por asemejarlo al desembarco de Normandía (no en violencia, pero sí en determinación y profusión de efectivos) y el Gobierno deseará que se asimile a la invasión de Perejil (seguro que le gustaría incluir a las cabras del islote).
Cuando te diriges a un lugar con una idea entre ceja y ceja, lo más probable es que un día te halles en él, más tarde o más temprano. Por eso se digieren con estrañeza los aspavientos de quienes se dicen expoliados de sus derechos y las declaraciones severas de los que argumentan iniciativas secesionistas. Unos y otros representan su papel, pero sobreactúan. Los primeros, parece que esperaban que se les alfombrase a última hora el camino al referendum. Si total unos y otros saben desde hace bastante tiempo que, como decimos nosotros, "de esta non vai". Por eso lo que realmente está en juego es lo cerca o lejos que se queda del objetivo independentista tras este episodio. El Govern ha llamado a filas a toda la población, es decir, a la mitad más o menos, y parecen ir ganando esta batalla. El Gobierno bastante tiene con diseñar una estrategia de contención que no sea el equivalente a infestar las aguas con tiburones.
Lo más probable es que el día 1 las olas del independentismo se estrellen contra el Estado de Derecho pero que veamos multitudes alzándose sobre la espuma, embriagándose de la sensación de estar haciendo historia (decía Rafael Sánchez Ferlosio que uno de los problemas es que los catalanes se sienten observados), enardecidos por participar en un acto de rebeldía en busca de libertad. Una libertad con cuya supuesta ausencia han convivido bastante bien durante más de treinta años (1978-2010) hasta que el veto al Estatut del 2010, obra de la intransigencia y miopía de la derecha, actuó como catalizador de unas ansias que colectivos como Omnium Cultural se habían encargado de mantener vivas. Al año siguiente se les unió la recién creada ACN en la insustituible labor de impulsar el sentimiento nacionalista a pie de calle, permeando la vida cultural y la ordinaria. El sentimiento de agravio con respecto al País Vasco y la torpeza de Madrid explotaron en aquel decisivo 10 de Julio cuando Omnium logró reunir a un millón de manifestantes bajo el lema "Somos una nación. Nosotros decidimos". El relativo éxito de la consulta no vinculante de 2014 disparó las prisas entre los partidarios del independentismo y se decidió dinamitar el marco legal. Como cuando se hacen las cosas "a machada", el resultado fue esta astracanada que se está televisando.
En este país, por desgracia, tenemos experiencia en pisotear la legalidad vigente para alcanzar un estadio diferente por la brava. Y lo peor es que, por encima de todo, flota la sensación de que todos y cada uno de los actores de esta ópera bufa están poniendo sus ojos en los réditos políticos que puedan extraer de la misma. Unos actores que deberían ser abucheados con estruendo porque los hemos elegido precisamente para que se encarguen de que este tipo de cosas no lleguen a estos extremos.