Manuel Pérez Lourido
Todos tenemos algo de miedo
Repensando la manifestación del sábado pasado en Barcelona, resulta difícil suscribir el lema que la presidía. Decir "No tinc por", gritar que no tienes miedo, me parece sobreactuar. Suena a aquello de "a chulo, chulo y medio". No me explico cómo se puede estar tranquilo desde que por el mero hecho de formar parte de un gentío reunido al aire libre o a cubierto, cualquiera se convierte en potencial objetivo de un atentado terrorista. Y si uno residiese allí, probablemente el miedo aún fuese mayor. Un miedo parejo al que demuestran los yihadistas con respecto a Occidente y a las maneras de Occidente. Matan porque temen. Igual que la violencia verbal o física ejercida contra inmigrantes musulmanes: es fruto del miedo. Se teme lo distinto, lo diferente.
Ahora, si fuese tan frívolo como para tirar de retranca en un tema tan serio como este, diría que en realidad no debería albergar mucho temor gracias a mi condición de pontevedrés. Gracias a los bolardos pontevedreses. Aunque algunos sean de quita y pon. Uno ve los bolardos en la confluencia de Daniel de la Sota, Benito Corbal y Cobian Roffignac y se queda mucho más tranquilo. Estos, y los demás bolardos del mundo mundial, son los garantes de nuestra seguridad en tiempos revueltos. Ay!, si no fuera por ellos... Confieso que cuando despierto desvelado en la madrugada me entran ganas de acercarme a la Peregrina para comprobar que los benditos bolardos siguen en su sitio. No hay nada que desconcierte más a un terrorista que un buen par de bolardos.
Fue emocionante ver al rey en la ciudad condal desempeñando el único papel que la historia parece tener para él ahora mismo, que más que de papel se trata de pegamento. Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia y la institución que representa bien pueden estar agradecidos a los forjadores del procés.
Volviendo al concepto que servíamos de inicio, ya nadie puede sentirse seguro en casi ninguna parte del mundo. La naturaleza de los enfrentamientos bélicos ha cambiado. Hemos pasado de un paradigma de estados soberanos en guerra a otro en que abundan los conflictos en estados fallidos o débiles, el crimen organizado y el terrorismo internacional. Los recursos convencionales no son suficientes para garantizar la seguridad en el el mundo de internet y las telecomunicaciones globalizadas. Las tremendas ventajas de la tecnología están también para quien quiera emplearla para hacer daño. Un poco de miedo sí que tenemos todos.