José Benito García Iglesias
Cruz Gallástegui y la Misión Biológica. Parte tercera y última
Cruz Gallástegui fue un adelantado a su tiempo y consiguió superar uno de los problemas de los que adolece la investigación, y es la trasferencia de conocimientos y de sus logros al sector productivo.
Se envió al ingeniero agrónomo Miguel Odriozola a Suecia para estudiar el modelo que allí tenían y que funcionaba bien. A su regreso, no se copió exactamente ese modelo sueco ya que aquí se daban otras circunstancias, pero basándose en él se creó el Sindicato de Productores de Semillas.
Se trataba de un Sindicato asociacionista de carácter técnico que agrupaba a una serie de agricultores, honestos, responsables y que tuvieran interés en mejorar sus explotaciones. Su labor fundamental era la difusión de la semilla de híbrido doble de maíz, pero además comenzaron a difundir reproductores selectos de cerdo, productos fitosanitarios, almacenaje de abonos y semillas de otras variedades.
Así empezaron a producir semillas de híbrido doble de maíz. Todos los años vendían la semilla y antes de la campaña de la siembra, las semillas ya se habían agotado. Publicaban también unos boletines informativos con artículos, algunos de ellos, de alto nivel técnico. El Sindicato funcionó bien, pero quizá era algo que desbordaba a Gallástegui y con el tiempo le creó muchos quebraderos y problemas.
A comienzos de los años treinta consiguió que se le dotara con un fondo para establecer una piara de ganado porcino selecto en la Misión y conseguir genes de productividad de ganado selecto con el objetivo de mejorar la cabaña gallega de cerdo celta.
Nuevamente se pensionó a Miguel Odriozola, esta vez enviándolo a Inglaterra para que trajese un núcleo selecto del cerdo inglés Large White, que en aquella época estaba considerado como el mejor. Con esa pequeña piara de ocho o diez cerdos se comenzó a vender reproductores y cerdos por toda Galicia y toda España.
A raíz de la II Guerra Mundial y del bloqueo a España por las potencias vencedoras, el país no tenía posibilidad de traer ganado selecto de fuera y la única fuente para surtir de machos reproductores al resto del país era a través de los ejemplares de la Misión Biológica de Galicia, cuentan que en esa época los viajes llevando los cerdos a la estación del tren eran diarios.
Convertir la Misión en un símbolo de la lucha política por el Estatuto de Autonomía, ya tras la proclamación de la República, va a beneficiar a los proyectos del Centro y ello contribuirá a ampliar sus posibilidades.
A Gallástegui se le asigna un cargo, relativamente importante, en el Ministerio de Agricultura en Madrid, y él lo acepta. Su marcha se entendió como una falta de apoyo institucional a la Misión, y a iniciativa de Castelao y de treinta diputados gallegos en el Congreso, firmaron un escrito dirigido a las cuatro diputaciones para que reclamasen la vuelta de Gallástegui y lo nombrasen funcionario provincial garantizándole un sueldo digno, ya que con el que tenía no le daba para mantener a su familia, pues su mujer debía de vivir con sus padres en Santiago y los gastos que tenía estaban cubiertos por la familia de esta.
Su buena relación con los miembros del movimiento galeguista, entre los que se encontraba Alexandre Bóveda, quien llegó a trabajar de contable en la Misión Biológica; junto con el cargo que desempeñó en el Ministerio de Agricultura, le acarrearon serios problemas al finalizar la Guerra Civil. Se sintió constantemente amenazado, hasta el punto de recluirse por completo en la Misión Biológica y solamente salir los fines de semana para ver a la familia en Santiago.
En uno de estos viajes, al pasar con el coche por delante de un céntrico café de nuestra ciudad, un conocido magistrado lo vio desde el interior e hizo el comentario en voz alta a los presentes de lo extrañado que estaba de que aún no lo hubiesen metido en la cárcel.
En aquel momento no era normal que alguien con esas connotaciones políticas fuese respetado, esto se atribuye a su gran amistad con Daniel De la Sota, personaje de muchísima importancia y muy respetado en la Pontevedra de la época, quien sería su protector, ambos se profesaban una admiración mutua.
Después de 1939 la Misión pasa a pertenecer al CSIC que sustituye a la Junta, y dentro de las pautas que marca el régimen no favorece que se continúe con ese tipo de investigaciones llevadas hasta el momento y punteras en Europa, lo que conlleva a un atraso total.
Su bajo sueldo y el poco reconocimiento que tenía en la Misión Biológica propiciaron que en la década de los cincuenta se marchase a Valladolid, contratado por una empresa privada del sector. Es esta una época feliz en la vida de Gallástegui, pero por desgracia dura poco, apenas un par de años, ya que la empresa atraviesa apuros económicos y cierra el departamento de Gallástegui, por lo que se ve obligado a regresar a la Misión.
El 7 de junio de 1960, tras una larga enfermedad, Cruz Gallástegui Unamuno, uno de los pocos pioneros, y así consta en varias publicaciones, que introdujeron la genética en España, fallecía en la casa del pazo de Salcedo.