Beatriz Suárez-Vence Castro
La niña de Valladolid
Mal vamos cuando no nos conmocionamos ante la muerte absurda de un niño. Cuando todo sigue igual al día siguiente. Cuando no estamos en la calle protestando por la tremenda desprotección que sufren los menores en España. No me llega con una protesta ante el ayuntamiento de Valladolid. No es suficiente.
¿Cómo se entiende que una niña de cuatro años haya muerto, "supuestamente" a manos de su padrastro con la connivencia de su madre, también "supuesta" cuando se le estaba realizando un seguimiento por un parte previo de malos tratos y abuso sexual?
Los Servicios Sociales tuvieron una reunión previa al suceso con la madre de la niña muerta, que tiene además otra hija de doce años. Acordaron tener otra reunión posterior que la madre postergó alegando motivos laborales y cuando llegó el día señalado para la cita y los Servicios Sociales volvieron a presentarse en el domicilio, ya no había nadie. La niña murió poco después, de una muerte horrible.
¿Cómo se entiende que con un parte de lesiones sospechosas de malos tratos y abusos a una criatura de solo cuatro años y habiendo tenido posteriormente un encuentro con la madre que no resulta satisfactorio ya que se la vuelve a citar en dos días, no se retire temporalmente la custodia de la menor? ¿Cómo es posible que habiendo otra menor en situación de riesgo, se permita también que continúe en la misma casa? Ha tenido que morir su hermana salvajemente para que se decida retirar también su custodia a la madre. Las dos niñas no son hijas del mismo padre, solo uno de ellos convivía con la mujer y las niñas.
El crimen se ha declarado como violencia machista ya que el ejecutor es un hombre. Somos muchas las personas, hombres y mujeres que, reconociendo la monstruosidad del asesino no acabamos de entender el papel de la madre de un hijo muerto de semejante forma. Como una madre puede tener tan anulada la voluntad que aguante que torturen a su hijo hasta matarlo sin hacer nada por protegerle. Cuesta mucho entenderlo y cuesta mucho entender que ellas no tengan que asumir ningún tipo de responsabilidad (social, ya que legalmente la tienen) amparándose en que al niño, o la niña en este caso, la ha matado su pareja y, por lo tanto, es un crimen que se encuadra dentro de la ley de Violencia de Género.
Cuando un niño o niña tan pequeño muere a manos de la pareja de su madre, queda siempre la incógnita de cómo una madre puede, mientras las torturas a su hijo se suceden, mirar hacia otro lado y presentarse como víctima también. Para mayor y más trágica ironía, en este caso, la madre de la niña es Cabo del Ejército de Tierra.
Mientras la niña ingresaba entre la vida y la muerte en el Hospital y, siempre según testigos presenciales, la pareja que la llevó a urgencias, madre y padrastro fueron a comerse un bocadillo a la cafetería. La niña murió en el Hospital.
¿Hasta cuándo vamos a seguir consintiendo una Ley del Menor y un protocolo de actuación semejante? El expediente de la niña de Valladolid, a la que me gustaría llamar por su nombre pero no puedo porque no aparece aunque dudo mucho que eso le sirva para algo ahora, transitó burocráticamente durante veinticuatro días por tres Administraciones Publicas. Tres.
Veinticuatro días sin actuar para salvarla de una muerte segura.