Marisa Lozano Fuego
Querido escritor
Querido escritor, querida escritora:
Sé que estás ahí, sí, ahí mismo. Sentándote en la misma mesa gastada que yo. Con un vaso de absenta, un café, un Chester. Con la moral rozando el suelo y las palabras por el aire. Sé que la soledad te muerde el cuello y te hace sangre. Sé que luchas. Solo. Sola. Como yo, sabes. Como el verbo. Es una batalla ganada. Nadie puede robar tu voz.
Escucha, no tenemos alas. Por no tener, ni coche tengo. Pero qué dulce perversión tener un boli, un teclado bajo los dedos. Qué maravillosa anarquía. ¿Sabes? Podemos inventarnos. Cárgate la censura, viola el cánon, el rebelde está para eso. Somos tan tiernos y tan parias que todo eso se nos permite. Gritamos. Quizá no nos oigan. Pero, ¿quién veta una hematíe? Si escribimos con sangre, no nos borran. Si escupimos tinta, es eterna.
¿Crees que no lo saben? Por eso nos ponen cadenas, por eso quieren abatirnos. Sí, claro, las tecnologías, los vulgarismos, los vulgares, parece que asesinan esa vena clásica de la literatura. Querido escritor, soy muy carca. Me gusta tocar el papel, me corro con la tinta virgen. Me excita palpar el sonido de una metáfora, de un grito. Querido escritor, cuando verso no preciso trankimazines, toda la angustia se me muere y sabes, tú vives en mí. En mí viven todas las plumas, todo el latido, todo el ruego de los dedos romos y juntos que se unen de corazón. Querido escritor, somos algo que es difícil que nadie mate…un veneno, una plegaria, una bala de rebelión.
No te preocupes si te sientes a veces como en un desierto, Hay una palmera muy cerca, a tu lado, aquí estoy. Te cobijará mi caricia y si escupes frases saladas llevaré en la carne poema de tu celeste piel de luz.