Beatriz Suárez-Vence Castro
Bromitas, las justas
Buscamos la corrección política en los detalles más nimios: niños y niñas, jueces y juezas, clientes y clientas. Sin embargo siguen saliendo descerebrados que bajan la ventanilla y le dicen a una chica: "No quiero que ese culito pase hambre” y a una parte de la chavalada le hace una gracia que te mueres. Y a una parte de los adultos también.
Ese tipo de bromas que están tan enquistadas en la sociedad, aunque vengan de boca de gente con poco seso, se llaman micromachismos y hay que tenerlas en cuenta porque pueden dar paso a males mayores. Hasta hace poco te daban una palmada en el culo por la calle y con que te dijeran:”Mujer, era broma, no te pongas así”, se arreglaba el asunto: El salido se iba para casa un poquito más aliviado y tú, te quedabas con el culo caliente y cara de idiota. Afortunadamente las cosas han cambiado. Aún queda mucho pero han cambiado.
El problema es que hacemos que las cosas cambien solo en determinados temas que se consideran sensibles: el machismo, la homofobia, el maltrato animal, la contaminación medioambiental, la memoria histórica. Pero en esta sociedad tan correcta para unas cosas y con tanta memoria, de repente aparece el tema TERRORISMO, et voila: todo está permitido: la utilización de las víctimas en campañas políticas, las lagunas en la Memoria Histórica cuando se trata de recordar a los muertos en atentados de la banda terrorista ETA, las bromas macabras.
La ley de Memoria Histórica sirve para recordar a los muertos, asesinados de un tiro en la nuca en una cuneta durante la Guerra Civil. La guerra fue de verdad absurda y cruel como todas las guerras y nos avergüenza a todos y sus víctimas merecen ser recordadas.
Sin embargo, cuando es necesario recordar a alguien más afín al "bando ganador” según aquellos que utilizan para los muertos una vara de medir, los asesinados por ETA por el mismo método del tiro en la cabeza, en democracia y en el mismo país, aparecen los lapsus de memoria. Y llega el latiguillo: "Es que no es lo mismo”.
Llámenme obtusa pero no termino de entender porque no es lo mismo. Supongo que se referirán a que los muertos de Franco fueron asesinados por el poder y en un marco de legalidad que los hace más deleznables. Hasta ahí se entiende. Pero la parte que no entiendo es que se pretenda hacer justicia castigando, no recordando a quienes fueron asesinados de forma igualmente cruel por asesinos que si bien, no tenían poder político en aquel momento, creían tenerlo y declararon por su cuenta una guerra al Estado, denunciando una opresión que durante la época franquista fue cierta pero que después, en democracia, les sirvió de excusa para seguir matando en pro de la autodeterminación.
Cuando se cumplen veinte años del asesinato de Miguel Ángel Blanco, en Madrid, quienes ahora gobiernan la Comunidad no han querido poner ninguna señal que recuerde un hecho que forma parte de nuestra historia más cercana. Otra parte de la historia para la que no hay tanta memoria.
Estoy de acuerdo con que se coloque la bandera que defiende al colectivo gay en el Ayuntamiento. Si eso les ayuda, me parece bien. Igual que cualquier otro símbolo que defienda a cualquier colectivo que necesite defensa y no ofenda a nadie. Pero lo que me parece penoso es que no se haya tenido la misma sensibilidad con todos aquellos que nos acordábamos de lo que estábamos haciendo el día que mataron a Miguel Ángel Blanco. Éramos jóvenes, pero no tontos y ahora, ya teniendo una edad como para entender cómo funcionan los vericuetos políticos, nos parece una falta de espíritu democrático bochornosa.
La vara de medir que se utiliza para los muertos, también se saca para medir las bromas. Al chaval que sale por la ventanilla buscando "darle guerra a ese culito" si lo pillan bien, le cruzan la cara, pero a los dos chicos que hicieron una parodia del asesinato del concejal del PP y la colgaron en las redes para mayor recochineo, la mitad de las sociedad les apoya porque están ejerciendo su libertad de expresión y porque "era broma, tío, no te pongas, así”.
Vamos camino de una sociedad tan contradictoria que se estremece por el sufrimiento animal, (me incluyo), pero se la refanfinfla que hayan matado a un chico de un tiro en la nuca como a un conejo, habiendo amenazado antes con hacerlo en lo que supuso un chantaje al Estado sin precedentes y que dio lugar a una de las mayores movilizaciones ciudadanas contra el terrorismo que se recuerdan.
El secuestrado, torturado y asesinado fue entonces un chico de pueblo, buena persona, cuyo único delito había sido ser concejal de un partido que, guste más o menos, se constituyó en democracia. El pueblo de Miguel Ángel, Ermua, pertenece al territorio que sus asesinos decían estar defendiendo. Era tan vasco como ellos, aunque tuviese ascendencia gallega.
No creo que el ninguneo de Manuela Carmena y su equipo hacia esta parte de la historia haya servido más que para desunir de nuevo a eso que llamamos las dos Españas y no creo que el gesto de esos dos chicos apuntando uno a la cabeza del otro, con el nombre de Miguel Ángel Blanco como fondo, más que para cabrear gratuitamente a una parte del pueblo que todavía llora a sus muertos. Igual que la otra parte, ni más ni menos.
El humor es una cosa tan seria que hay que hacerlo con sensibilidad e inteligencia. Bromitas, las justas.