Félix Hernáez Casal
Peaje doloroso pero posiblemente necesario
Reflexionaba en compañía de varios amigos horas antes del partido el considerable número de fases de ascenso que he tenido la oportunidad de vivir hasta este momento. Al mismo tiempo que alguna que otra cerveza refrescaba nuestros gaznates confirmaba haciendo algo de memoria que esta promoción sería ya la decimoquinta ocasión en la que iba a tener la oportunidad de ver al Pontevedra CF jugándose un ascenso.
En las catorce veces anteriores (seis buscando llegar a 2ªB y ocho a 2º división) las expectativas previas que generaba el equipo fueron de las más variadas. La mayoría de las veces el equipo era lo suficientemente potente y poderoso como para ilusionar de veras a una afición que veía el ascenso como difícil pero en ningún caso quimérico. Incluso en ocasiones como en las temporadas 05/06, 06/07 y 07/08 las opciones de ascenso granates dadas las plantillas con las que se contaba eran altísimas y la frustración tras fracasar esos tres años realmente muy grande amén de la caótica situación económica que se fue generando por no lograr aquello para lo que se había apostado, mucho más de lo que la masa social de la entidad imaginaba.
También hubo otras clasificaciones para el play off más sorpresivas como la de aquella temporada 94/95 en la que pocos contaban con nosotros y que pudo tener final feliz de haber ganado en Soria el último día o también la correspondiente a la campaña 01/02 que comenzó con el terremoto del cambio de entrenador y acabó con el ascenso del Almería en Pasarón.
Este año la situación del Pontevedra CF se asemejaba mucho más a estos dos últimos ejemplos en los que se sabía que el ascenso resultaba realmente muy complicado. Como todos sabemos el equipo salió a la competición con aspiraciones más modestas pero una gran primera vuelta y un rendimiento inferior al esperado de algún que otro rival posibilitó que nos colásemos de rondón en la cuarta posición del grupo. Como en muchas otras oportunidades en el pasado el sorteo no fue especialmente clemente con el Pontevedra. El Toledo parecía el apropiado desde todos los puntos de vista y el Murcia el más enrevesado se mirase por donde se mirase… Y tocó el Murcia, evidentemente.
Necesitaba el Pontevedra para mantener sus opciones de eliminar al equipo murciano disputar un partido en casa al máximo de sus posibilidades evitando por todos los medios cometer errores que pudieran dificultar todavía más un panorama que ya parecía particularmente espinoso. Si bien esa mejor versión del Pontevedra era imposible contemplarla en el aspecto ofensivo pues la baja de Barco y los problemas de Alegre mermaban de forma objetiva e incuestionable nuestro potencial en ataque, realizar un encuentro serio y consistente en defensa por todo el bloque se antojaba como vital de cara a mantener la portería a cero y tratar de sorprender en alguna acción al confiado (y algo crecido durante toda la semana) Real Murcia.
Pero esas circunstancias, no fallar atrás de forma grosera y tratar de optimizar las ocasiones de gol, se vinieron abajo en tan solo veinte minutos. Porque en un partido de estas características penaliza y mucho desaprovechar la ocasión que en los primeros minutos tuvo David Añón para poner el marcador en franquía para el Pontevedra y todavía destroza más cualquier expectativa de éxito regalar el primer gol de la forma en la que se hizo no sólo desde el punto de vista individual (como alguno indica) sino también desde el punto de vista colectivo.
Individual pues a un jugador del empaque de Trigo no se le puede marchar tan fácil Sergi Guardiola como lo hizo en esa jugada pero es que desde el punto de vista colectivo resulta inexplicable como jugando en ese momento con tres centrales el delantero del Murcia tras dejar "tirado" a Trigo no hubiera tenido más obstáculos por delante antes de plantarse delante de Edu.
Este error ya se cometió en Liga frente al Celta partido en el cual Borja Iglesias en más de una ocasión tras zafarse de uno de nuestros defensas contó con el espacio expedito para medirse al pequeño portero de Tui y ese error global de posicionamiento defensivo volvió a cometerse el Sábado en un partido del play off de ascenso. El descalabro en la jugada del primer tanto se completó al no poder evitar tras el rechace de Edu que hasta dos jugadores rivales acometieran en soledad el balón en el corazón del área para que uno de ellos machacara la red de nuestra portería.
A partir de ahí el encuentro ya fue otro y el Murcia más tranquilo controló el partido con más seguridad y sin tener demasiadas dificultades para abortar cualquier intento ofensivo de un Pontevedra que sólo hallaba en Iker Alegre la calidad necesaria para inquietar algo al conjunto pimentonero. Y como suele ser habitual cuando las cosas no van como uno quiere la situación acabó yendo a peor.
Así, (en una jugada en la que es cierto que volvimos a ser blandos y débiles atrás pero en la que resultó decisivo el hecho de que aquellos que se reúnen para analizar las reglas del fútbol y en particular las del fuera de juego más que humanos parecen miembros de la colectividad primate antes de que un extraño virus le otorgase la preponderancia sobre la Tierra en la saga del "Planeta de los Simios"), un balón golpeado por un jugador granate en ningún caso a propósito ni con la intención de jugar hacia atrás llega a Guardiola que ejercía de "Iturriaga- palomero" para que el ariete balear pudiera encarar de nuevo a Edu y consiguiera batirle para poner el 0-2.
Ese segundo tanto resultaba ya demoledor para el destino de la eliminatoria pero nada más comenzar el segundo tiempo todavía recibiríamos otro gancho de mucho cuidado. Con una relajación defensiva otra vez demasiado importante el Pontevedra permite que un centro llegase desde la izquierda del ataque visitante y que dos hombres se encontrasen completamente solos y sin marca alguna para cabecear esa pelota que finalmente fue impulsada por Curto al fondo de las mallas.
Pero en ese instante cuando ya todo estaba perdido y quizá la tentación era bajar los brazos y pasarse toda la segunda parte en depresión y mirando al suelo, entendió el Pontevedra que ese camino no era el adecuado y que la lucha y la rebeldía ante la derrota que por lo menos en casa este equipo ha demostrado a lo largo de toda la campaña debía emerger de nuevo.
Posiblemente ayudó la presencia de un Jacobo Millán que salió al partido como debe hacerse aportando calidad y un poco de "mala leche" y también del siempre chispeante Alex González que trató de encarar alguna vez a su par para generar peligro. Es posible que también contribuyera a esta mejoría la pequeña relajación de un rival que ya lo veía muy claro pero lo cierto es que el Pontevedra empujó en los últimos veinticinco minutos con más corazón que ideas sobre el área murciana y gozó de un par de oportunidades antes de que el colegiado decidiera obsequiarnos con un penalti transformado con maestría por un Bonilla que en este lance del juego resulta infalible.
Pudo hacer el Murcia el cuarto en un disparo desde Cartagena que casi sorprende a Edu y que rebotó brutalmente en el larguero pero también el segundo el Pontevedra en un lanzamiento del propio Bonilla que se marchó fuera pero al final entre algunas pérdidas de tiempo del Real Murcia que provocaron un alargue de siete minutos en la segunda parte el marcador ya no se volvió a mover.
Sabíamos que esto podía pasar. Sabíamos que había que completar un partido extraordinario para hacer frente al Murcia y obtener un buen resultado para la vuelta. Y sabíamos que de cometer fallos estos no serían perdonados por un rival a todas luces más potente.
Pero este peaje en forma de derrota aunque produzca dolor y no nos guste aporta experiencia a aquellos jugadores que no habían tenido la oportunidad de "verse en una de estas" y que deben sacar las conclusiones adecuadas del partido absorbiendo todas sus sensaciones tanto positivas como negativas como auténtico alimento para su futuro deportivo.
Lo que ya no me gustó tanto (al margen de la apelación del algún responsable del equipo a errores individuales que sí los hubo pero no más grandes que los colectivos) fue la nueva queja ofrecida tanto desde el despacho como desde el banquillo acerca de la actitud del rival y sus pérdidas de tiempo volviendo a citar el dichoso ejemplo del Mensajero del que parecen no olvidarse algunos de los rectores de la entidad.
Comparar lo que hizo el Murcia ayer (a pesar de lo triste que resultó ver a algún jugador concreto olvidarse en que campo estaba y protagonizar un teatro que debió guardarse para otro momento) con lo del Mensajero es exagerar y no ajustarse a la realidad. Siendo igualmente cierto que el árbitro sí mostró bastante más autoridad que el inefable "trencilla" del duelo contra los canarios y no les permitió tanto además de descontar de forma más equitativa.
Pero lo más preocupante es volver a escuchar que nosotros nunca haremos cosas parecidas y que jamás recurriremos a cosas por el estilo. En mi opinión, eso es confundir el juego limpio con una candidez más propia de un convento de carmelitas. A veces da la impresión de que el mensaje que se transmite es que si el Pontevedra estuviera a un minuto de subir a segunda y un gol del contrario nos alejase del objetivo si hiciésemos en ese momento el último cambio nuestro jugador relevado abandonaría el campo a "calzón quitado" para que no se enfadasen los contrarios y desde luego eso más que ser deportivos es ser ingenuos por no utilizar otra palabra más fuerte.
¿Se acuerdan del equipo que subió a segunda en 2004? ¿Daba patadas ese equipo? ¿Era sucio o antideportivo? Claro que no. ¿Pero se imaginan en un partido clave a Bahón a Juanlu o a Mauro repartiendo rosas entre los jugadores rivales?
Lo cierto es que esta temporada maravillosa y en la que el Pontevedra tantas alegrías nos ha dado en casa toca a su fin y salvo milagro de los gordos en la Nueva Condomina el equipo se tomará unas merecidas vacaciones y el Consejo empezará ese trabajo administrativo en busca de la confección de la nueva plantilla y el diseño de los objetivos que a la misma se le van a exigir.
Pero confieso que a pesar de mi agnosticismo y mi muy poca creencia en los milagros prefiero esperar al próximo Domingo por la noche para echar el cierre definitivo al ejercicio.
Después de lo del Sevilla B del año 2006 que tantas y tantas lágrimas nos costó en su día es mejor no dar nada por sentado jamás…