José Benito García Iglesias
Sombras tras la muerte de Méndez Núñez
Don Casto Méndez Núñez nació en Vigo el 1 de julio de 1824, pocos años después su familia se estableció en Pontevedra y el 23 de marzo de 1840 empezó su carrera en la Armada, en Ferrol, como guardia marina.
El 4 de febrero de 1865 inició su viaje alrededor del mundo en la fragata Numancia, sería la primera travesía de esta clase que realizaría un buque acorazado.
Después de bombardear el puerto chileno de Valparaiso, el 7 de febrero de 1866, donde pronunciaría estas palabras: “España, la reina, el Gobierno y yo preferimos más tener honra sin barcos, que barcos sin honra”. Y de atacar el puerto peruano de El Callao, el 2 de mayo de 1866, en donde resultó herido al recibir ocho impactos de metralla y para no desmoralizar a la tropa cuando lo viesen con aquellas heridas dijo a sus oficiales: “Tapadme la cara que no desmayen los marineros al verme herido”; regresó a España transcurrida de la revolución de septiembre de 1868, conocida como “La Gloriosa” y que daría paso al denominado “Sexenio Democrático”, etapa previa a la proclamación de la República.
Durante el “Sexenio Democrático” se le ofreció a Méndez Núñez un ascenso al que él renunció porque nada les quería deber y tan solo accedió a ocupar la vicepresidencia del Almirantazgo.
Aquejado de una cruel enfermedad era su deseo regresar a Pontevedra para pasar sus últimos días y así fue. Falleció el 21 de agosto de 1869, contando 45 años de edad.
Pero lo que causó sorpresa en esta muerte es que, a pesar de la ya referida enfermedad, en una crónica publicada el 24 de agosto de 1869 en el desaparecido periódico “El Eco de Pontevedra”, se mencionaba el comentario de que parece ser que se corrió el rumor de que en la muerte de Méndez Núñez habían concurrido circunstancias de índole sospechosas.
Tal rumor provocó el que se le practicase un detenidísimo examen al cadáver por las primeras figuras médicas de la ciudad, los facultativos señores: Gasols, Cobián, Rodríguez Seoane y Fernández Anciles.
Aunque, por lo que se sabe, este examen debió de considerarse insuficiente, ya que se procuró además la intervención de la Facultad de Farmacia de Santiago, representada por los señores: Casares y Estévez.
Esta referencia nos la ha trasmitido D. Prudencio Landín en su libro “De mi viejo carnet”, que a su vez la había extraído de la crónica periodística del citado periódico, y donde no nos aporta más datos, por lo que entendemos que el resultado de tales exámenes no aportaron indicios de otro tipo de muerte que no fuese natural.
El cadáver de Méndez Núñez fue embalsamado y expuesto en el santuario de la Peregrina durante dos días. Los vecinos de Pontevedra se disputaron el privilegio de custodiar durante día y noche en guardia de honor el cadáver, vestido de uniforme y depositado en una caja de zinc, dentro de un arca forrada de terciopelo negro con aplicaciones doradas. Las exequias se celebraron el 23 de agosto, con asistencia de todas las autoridades.
En la fachada de la Casa del Arco se instaló una bella placa, que hoy en día puede verse, con la siguiente leyenda: “En esta casa vivió el almirante español Don Casto Méndez Núñez heroico vencedor del Callao y en ella murió el día 21 de agosto de 1869. El Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad le dedicó en 1929 este recuerdo de perpetua admiración”.
Los restos de don Casto Méndez Núñez fueron sepultados en Pontevedra, para luego ser trasladados, cinco años después, al panteón de la familia en la capilla de la Real en el Con, Moaña.
En el año 1877, el rey Alfonso XII visitó en el Con la sepultura de Méndez Núñez. Momentos después, a bordo de la fragata “Victoria”, firmaba un decreto ordenando el traslado de los gloriosos restos del marino al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, en Cádiz, lo que se realizó el 9 de junio de 1883.
La penalista y escritora ferrolana Dª Concepción Arenal, en carta escrita desde Pontevedra el 24 de diciembre de 1890, al hablar de las ventajas de morir en nuestra ciudad, decía al profesor Francisco Giner de los Ríos: “Después, buena compañía. Méndez Núñez por de pronto, y no lo digo porque fue héroe, héroe lo es cualquiera, sino porque fue decente”.