Félix Hernáez Casal
Ridículo sí, pero de todos
No se podía perdonar y se perdonó.
Tras el duelo de filiales del Jueves Santo, todos sabíamos que una victoria ante el Somozas significaría la clasificación virtual; empatar la acercaría un poco más pero ratificando la errática trayectoria fuera y una hipotética derrota en el Manuel Candocia acarrearía un palo de considerables dimensiones cuya justificación no sería ni mucho menos fácil de encontrar.
Y la verdad es que ese previsible golpe duro que la derrota en Somozas traería consigo lo fue todavía más tras ver el impresentable encuentro disputado por los nuestros en la comarca de Ferrolterra. La actuación del Pontevedra CF el domingo fue completamente impropia de un conjunto que se pretende serio y compromete de manera negligente, caprichosa e inexplicable una cuarta posición que tras el encuentro debería haber estado cuasi garantizada.
El plan de juego del Pontevedra consistió desde el minuto uno al noventa y tantos en hacer un homenaje al "patapun parriba" maltratando la pelota de forma inmisericorde a base de "zurriagazos" enviados desde la línea defensiva a un destino desconocido que convirtió el partido en un ejercicio de impotencia y desesperación granate realmente insoportable.
Si a esa extraña manera de querer jugar al fútbol se une la incapacidad para despejar con contundencia un corner (hasta tres rebotes se permitieron en la jugada del gol hasta que un contrario que pasaba por allí tuvo a bien embocarla en la portería) pues ya no resultará imposible ganar sino que el empate se acaba convirtiendo en misión imposible.
Una falta de Bonilla y un lanzamiento de Trigo en la misma jugada fue el pírrico balance ofensivo del equipo en la primera parte. En la segunda, un buen lanzamiento de Mouriño ya cerca del final desde fuera del área y un cabezazo fuera de Mateu casi sobre la hora constituyó el bagaje en ataque. Poco, poquísimo para intentar hacer algo fuera y más si no somos capaces de evitar encajar goles tan absurdos como el de ayer.
Los cambios introducidos por el entrenador lejos de mejorar al equipo acabaron por destrozarlo. Si bien Abel estuvo a la altura de sus compañeros en la primera parte (es decir, fatal), también es cierto que es el único jugador del medio campo con capacidad para intentar el manejo del juego a ras de suelo y de una forma distinta al balonazo y "tentetieso" en el que se había convertido el choque. Y si hay un jugador con desborde en banda, capaz de desequilibrar en alguna acción a base de uno contra uno, ese es Álex González. Los dos fueron las tempranas víctimas del partido para dar cabida sobre el césped a un Eizmendi otra vez intrascendente y desaparecido y a un Mateu incapaz de rematar en condiciones algún misil tierra aire de sus compañeros.
Que los jugadores son los protagonistas y máximos responsables de victorias o derrotas es cierto pero que desde la banda en ningún momento del partido se logró dotar de racionalidad al equipo ni con la forma de juego ni con los cambios es otra verdad incuestionable.
Está muy bien (o no) convertir cada rueda de prensa en un espectáculo muy seguido no ya por las emisoras de radio sino por alguna cadena de televisión. Pero mucho más importante que eso resulta tratar de cambiar una dinámica fuera de casa sencillamente penosa que es la que arrastra el Pontevedra desde el mes de agosto pasado.
Lo de ayer clama al cielo, es cierto, por el hundimiento en la tabla del rival y la trascendencia del partido para el Pontevedra pero si se encadena esta salida con las demás del Pontevedra nos daremos cuenta que no es un hecho aislado. La de ayer fue una vergüenza de las gordas pero de los 55 puntos que llevamos solo 14 han venido de partidos jugados lejos de Pasarón y de 17 partidos como visitantes hemos dejado de marcar nada menos que en 10 de ellos. Casi nada al aparato, vamos.
Mirando hacia el futuro, un simple empate ayer habría hecho innecesario puntuar fuera para cristalizar la cuarta plaza. Con la lamentable derrota sufrida esa circunstancia ya no es matemática y si pucelanos o bercianos ganan los cuatro últimos enfrentamientos no bastaría con vencer aquí a Coruxo y Arandina sino que habría que arañar un punto fuera con el lógico "tembleque" que dicho aspecto conlleva.
Nos pasaremos toda la semana escuchando apelaciones al apoyo del equipo y que todos debemos estar en Pasarón frente al Coruxo para dar el penúltimo empujón a nuestro equipo. Y serán apelaciones acertadas pues el equipo necesita de su gente y esa gente que siempre está (y que como dice el dicho que ahora se maneja en Pasarón "nunca se rinde") estará y apoyará a los hombres que portan su camiseta pero espectáculos como el de ayer desalientan en grado sumo porque cuesta reconocer en los jugadores que corrieron sin rumbo aparente en Somozas a los auténticos gladiadores que cada semana en Pasarón no es que se dejen la piel es que dotan de sentido a su fútbol hasta remontar partidos como el disputado contra un señor equipo como la Cultural.
Costará olvidar este ridículo pero yo ya recojo ese imaginario guante lanzado por el club y estaré el domingo próximo en el estadio para ver si los que salen al césped son los que nos enorgullecen cada partido en casa o si los que salen son los que tantos disgustos nos propinan cuando se visten lejos de casa hasta el punto de sonrojarnos hasta el extremo en el día de ayer.