José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: Paisaje
De paseo una de estas mañanas soleadas de marzo, no deja de sorprenderme el paisaje social.
Allí en el semáforo una madre lanza aspavientos y grita a su hija adolescente, mientras la niña frunce el entrecejo, y permanece inmóvil retándola en la barandilla. Alcanzo a oír: "te compro todo lo que me pides y quieres, porque me tratas así". La tensión continúa varios minutos con los viandantes observando la "jugada".
Cerca del cajero, una cuidadora de rasgos sudamericanos empuja una silla de una anciana con graves problemas de movilidad, y observo cómo la joven le susurra al oído algo que la hace sonreír, a pesar de su mirada perdida. ¡Qué papel tan importante hacen estas personas que atienden a nuestros mayores!, bien porque nosotros no queremos, no podemos, o necesitamos la ayuda de un tercero.
Sigo mi camino, ya por la vereda del río y observo a dos parejas achuchándose, la primera son dos chicas, ¡que placer ver la normalidad en las pequeñas ciudades!, y la segunda un poquito más adelante la chica entrecruza las piernas sentada en el chico mientras aprovecha la espalda de él para no dejar de estar conectada a las redes, pulsando efusivamente el móvil. Un ejemplo de hiperconectividad versus cariño.
Es un día de sorpresas, o de que yo estoy más sensible al entorno. A mi izquierda en un lugar atestado de matojos, una familia china está ampliando su zona de cultivo de productos hortícolas, algunos parecen repollos, berenjenas, pimientos pero otros semejan algo más exótico y desconocido por estas latitudes.
Ya cerca de mi destino, contemplo cómo el que pide a los que entran al hipermercado, habla por el móvil mientras sujeta la mascota de un comprador que ladra compungida al ver que su dueño se ha adentrado en lo desconocido para él. Le saluda otra chica que viene de pedir de otro supermercado y que le entrega la recaudación a pocos metros al que a su vez está organizando el aparcamiento en los aledaños de un gimnasio.
Al llegar a casa, no puedo contener el impulso de coger la bola de cristal del mueble de la entrada con la figura de las casas colgantes de Cuenca que me regaló mi cuñado, la muevo ligeramente y surge la nieve. @novoa48