María Biempica
Retranca gallega
La retranca es sin duda la mejor arma con la que contamos los gallegos. Puedes ser feo o riquiño. Puedes ser listo o algo apampanado. Ordenado o trapalleiro. Puedes tener más o menos éxito en la vida. Pero sin retranca en Galicia, estás perdido.
Ya han pasado varias semanas desde que publicaron el artículo de "Sobradamente preparadas" y aún es el día de hoy en el que tengo que explicar a amigos y conocidos que se trataba de una manera muy gallega (eso sí) de explicar una situación que vivimos muchas familias en estos momentos. Pero que todavía no hago la calle.
Desde entonces, en cada paseo que doy por mi ciudad, Pontevedra, veo miradas de hombres que se sonrojan al cruzarse conmigo y tras una tímida presentación me confiesan que han leído "el artículo". Maliciosamente, he de reconocerlo, les pregunto que cuál de ellos y siempre me encuentro con la misma reacción, un incómodo silencio. Una, que tampoco sabe nada de la vida, ni cómo reaccionar ante las innumerables interpretaciones sobre un mismo escrito sino que más bien intenta desaprender lo aprendido para ver si así se entera mejor de qué va esto de vivir, ya no sabe tampoco ni qué contestar : Venga, veinte euros. Ni pa ti, ni pa mí.
Que cada uno interpreta la realidad como le da la gana es obvio. Esta semana publicaba un periódico el siguiente titular tras un nuevo asesinato de una mujer a manos de su ex marido "La pareja muerta en Redondela fue hallada abrazada en el suelo del pasillo". También describe este cruel suceso como de "violencia doméstica" pues por lo visto el susodicho era un ser extraordinario y un padrazo según algunos conocidos. Finaliza la noticia argumentando que debió padecer un ataque de locura.
La única verdad es que las mujeres estamos sobradamente preparadas para vivir y para sobrevivir. En demasiadas ocasiones, también para morir.
Ayer le contaba a un buen amigo que cuando algo me sale mal o cuando estoy enfadada con el mundo tiendo a hacer sentir mi mismo sufrimiento a las personas que más quiero y les culpo automáticamente de mis desgracias al no poder socorrerme.
Que ya de pequeña amenazaba con "escupir a la abuela" a la que adoraba, pues nos decía a cada uno de los hermanos a escondidas que éramos su preferido, pero que no se lo dijéramos al resto para no herirles. Creo que de ella heredé mi vena política. La recuerdo vagamente pues murió cuando yo apenas tenía 4 años. De hecho es éste el último recuerdo que tengo de ella, amenazar con escupirla minutos antes de apearse del tren que la traía de Santander por cualquier enfado con mis hermanos, pues consideraba esa advertencia la mejor demostración de mi indignación ante un hecho inaceptable como era el de que no me dejasen ir en el lado de la ventanilla en el coche. Y algo tenía que hacer yo para demostrar mi enfado. Finalmente, al verla bajar del tren, se me pasaron todos los males y me fundí en un eterno abrazo con ella, pues fue el último.
Tras escuchar pacientemente mi alegato, este gran amigo al que le tocó sufrir hace escasos días uno de mis arrebatos, se despidió dedicándome una tierna sonrisa y dijo – "María, La próxima vez que te pase, escupe hacia arriba y quédate bien quietecita " Qué grande la retranca gallega.