Félix Hernáez Casal
El algodon no engaña
Había un anuncio hace tiempo en televisión en el que un señor vestido con una chaqueta de mayordomo de toda la vida se encargaba de dejarnos claras las virtudes de un producto de limpieza con bi-alcóhol que dejaba los cuartos de baño más limpios que una patena. Tan impolutos quedaban los azulejos con la hechizante sustancia que si se pasaba un algodón por la superficie de la pared ni una mísera mota de polvo osaba desafiar la blancura de la sedosa fibra.
Cuando el Pontevedra CF disputa sus partidos como visitante en cualquier lugar perdido de la orografía española como Mutilva, Estella, Palencia o Villaviciosa a los que en la actualidad no suele viajar ni un solo periodista de nuestra ciudad, solemos encontrarnos con el mismo mensaje enviado desde el interior del conjunto granate. “No se pueden fallar tantas ocasiones claras”, “hemos perdonado demasiado”, “sólo hemos existido nosotros”, etc etc etc.
Ahora bien, si esos encuentros se juegan dentro de los límites de nuestra querida Galicia tenemos la oportunidad de verlos en su integridad ya sea in situ o bien a través de las cámaras de la TVG.
Por eso el “mantra” de que fallamos lo que no está en los escritos o frases por el estilo resultan inútiles ante la evidencia de que la actuación granate ha podido ser visionada por el grueso de los seguidores de su equipo.
Y este domingo en Ferrol no erró precisamente muchas ocasiones el Pontevedra. Y no lo hizo porque para fallarlas hay que crearlas y para crearlas hay que jugar al fútbol con un mínimo de picante o atrevimiento en la faceta ofensiva.
En A Malata el equipo solo fue capaz de mandar una pelota entre los tres palos (Añón en la última jugada de la primera parte de cabeza) y ni siquiera ante un Racing vulgar y con un Joselu jugando al tran tran fue capaz el Pontevedra de volverse con al menos un punto.
La impotencia mostrada a lo largo de los noventa minutos para generar peligro en el área rival superó con mucho el evidente esfuerzo ofrecido por unos jugadores que se dejaron todo lo que tenían pero que no hicieron sino algunas pequeñas cosquillas a un Racing que se limitó a esperar que pasara el partido hasta que una acción aislada pudieran ponerse por delante.
Así sucedió y así les valió. Marcaron gracias a un lanzamiento enviado desde A Coruña que todavía no entiendo como Edu no pudo despejar a la esquina y la siesta que hasta ese momento disfrutaban los jugadores verdes se reanudó inmediatamente después de ponerse en ventaja para no terminar hasta el pitido final.
Tanto en la primera parte de la siesta ferrolana como en la segunda el Pontevedra tocó la pelota hasta la exasperación. Durante el primer sueño sin picardía y posibilidades reales de hacer daño y con excesiva precipitación o aturullamiento en el segundo de forma que resultó imposible saber si el portero departamental tiene tantas limitaciones como sospechamos.
En este punto de la temporada se juntan pues dos rachas absolutamente demoledoras que por esas cuestiones milagrosas del mundo del fútbol nos tienen todavía empatados a puntos en la cuarta posición. Por un lado la mediocre trayectoria de nuestro equipo lejos de Pasarón que se retrotrae no ya al inicio de esta misma temporada sino a más de la mitad de la pasada.
Negarlo sería absurdo y no acorde con la realidad: El Pontevedra llevá tiempo siendo un equipo facilón fuera de casa y un “medio chollo” para aquellos conjuntos locales que al menos quieran sumar un punto al abrigo de sus espectadores.
Esta dinámica parece muy difícil de variar. Primero porque desde dentro se sigue negando su existencia y segundo porque el Pontevedra parece no tener argumentos dentro de su plantilla o cuerpo técnico para fortalecer su imagen como visitante.
La otra racha a la que me refería anteriormente sí es más cercana pero resulta igualmente desalentadora: llevamos nada menos que seis partidos sin meter un gol. Un récord que está acabando por matar las opciones de seguir estando arriba esta campaña. Es evidente que en esta segunda situación ha resultado determinante la lesión de Mario Barco.
Hay opiniones que niegan la premisa mayor, es decir, que la ausencia del calagurritano esté influyendo tanto en la sequía granate y se basan en que el último encuentro que disputó entero el “9” terminó sin goles frente al Caudal.
Resulta fácil rebatir tal argumento pues el hecho de que no se marque en un solo partido ni es significativo ni se puede tomar como referencia. Ahora bien, que en los últimos seis no se haya “mojado” y además se haya perdido en gran parte esa agresividad bien entendida que con la que Barco coloreaba el ataque pontevedrés es una evidencia tan palmaria que queda fuera de toda discusión.
El Pontevedra CF no ha sabido buscar soluciones a esta trascendental baja (al contrario de lo sucedido con la de Alegre) y el equipo se nos desmorona poco a poco en una operación que podríamos llamar desplome 2-0.
El Pontevedra fuera de casa ganó en Tudela con gol de Barco, ganó en Aranda con el primer tanto marcado por el riojano y frente al Coruxo empató el partido por mor de otro golazo de su ariete. Los datos son impepinables y absurdo negar la indudable importancia de Mario en el juego de ataque granate más allá del gol.
Dicen que es posible que se vista en siete días al menos para ocupar banquillo frente al Burgos. Sería la mejor noticia que podría tener el Pontevedra para encontrar un revulsivo que le saque de esta insoportable impotencia ofensiva que este domingo hemos tenido una vez más la oportunidad de “sufrir” en Ferrol.
A pesar de los pesares, la irregularidad del resto de los rivales nos regala todavía la posibilidad de disfrutar una semana más de nuestra presencia en los puestos de privilegio.
Volvemos a casa y es de esperar que el horroroso partido jugado contra el Celta B ya haya pasado al olvido. Llega el Burgos quizá en el mejor momento de su temporada y ganar va a ser harto complicado. Toca “atarse los machos”, apretar los dientes y saber que en el fútbol es imprescindible marcar para ganar un encuentro.
La reacción se hace imperativa desde ya. Si no llega pronto habremos desperdiciado una oportunidad de oro para recuperar parte del orgullo que se nos ha arrancado a paletadas en el último lustro.