Manuel Pérez Lourido
Fútbol paralímpico
El fútbol es un deporte paralímpico. Lo sospechaba pero me quedó claro el otro día, en Pasarón. Quiso la casualidad, y un billete tonto que llevaba en el bolsillo, que terminase el domingo en las gradas del estadio para contemplar el repaso que el Celta B le dio a los locales. Menos mal que en Pasarón pagas la entrada del partido pero también el derecho a oír la improvisada sesión de chascarrillos con que Rafa Córdoba deleita al personal a través de su megáfono. El club debería darle una subvención, pues en ocasiones él es el único espectáculo que se ofrece. Pero teníamos que explicar lo del paraolimpismo. Lo haremos con ejemplos: los impresionantes alaridos que dirigía una señora hacia el árbitro, linier adyacente y jugadores contrarios, salpicados por expresiones contundentes como "¡cojones!", que es de suponer que mentaba por referencias. O las numerosísimas ocasiones en que, con 0-4 en el marcador, los jugadores olívicos se arrojaban al césped fingiendo dolores que impedían su participación en el juego... hasta que el árbitro ordenaba seguir, momento en que revivían y se incorporaban al partido. Eso sí, renqueando un poco, que no se diga. O los cánticos en contra de la ciudad de A Coruña que los aficionados del Celta B, los Celtarras B, en una clara dislocación espacio-temporal, entonaban con saña desde el fondo Sur. Detalles sueltos que construyen el puzzle de un negocio montado alrededor del único deporte que en España (y en medio mundo) genera beneficios multimillonarios. Negocio en el que la supremacía monetaria y la pasión desbordada genera comportamientos paralímpicos, fruto de neuronas estragadas y conciencias descoyuntadas, fuera de su sitio.
Menos mal, insisto, que en Pasarón uno siempre se lleva algo a casa. El domingo pasado, además de cuatro goles, fue un canción de Rafa, tuneada para la ocasión, que no había vuelto a oír desde la infancia.
"Oui, oui, oui los del atraco, los del atraco, oui, oui, oui, los del atraco estamos aquí".