Laura Rodríguez
La La Land: Soñar, a veces, es sencillo
Recuerdo la primera vez que vi "Cantando bajo la lluvia". Estaba con mi madre en el sofá como cualquier mediodía en casa, ella se acomoda y me pregunta "bueno, ¿qué vemos hoy?" y yo vagabundeo por los canales o le propongo alguna de mis pelis recién descargadas. Pero en aquel momento recuerdo ver a Debbie Reynolds saliendo de una tarta y yo preguntando que qué era aquello, por supuesto mi madre detuvo mi búsqueda televisiva y nos quedamos a ver el resto de la película. Años más tarde puedo decir que he comprendido lo que sintió mi madre al verla.
No es una gran película, eso debo dejarlo absolutamente claro ahora mismo, no es de esas que te dejan marcado, en absoluto, el argumento es sencillo e incluso típico, los tráilers lo dejan bien claro: chica actriz, chico músico, guapos y talentosos, el romance apasionado se huele a malditos kilómetros, todo tiene una atmósfera edulcorada y encantadora (la fotografía en general recuerda a una tienda de chucherías por todos sus colores vivos sobre fondos blanquecinos), incluso podemos decir que el final es predecible sabiendo lo melancólica que es su banda sonora, pero es ahí donde quiero llegar, a su música.
Se trata de un argumento sencillo porque algo más elaborado eclipsaría a la banda sonora, la cual es simple y delicada. No tiene mil temas que describen cada instante de los personajes, si no que son dos o tres canciones que los representan durante toda la historia, como si la misma melodía los describiera en cada paso, la dulce melodía de piano que sirve tanto para enamorarnos como para rompernos el corazón, que habla de la misma ciudad estrellada desde su glamour y su ilusión, como el desencanto de los sueños perdidos.
Lo que te hace no querer apartar la mirada de la historia de Mia y Sebastian es el recuerdo constante de que tú has sido en algún momento ellos, que tú has soñado y te has aferrado a una ilusión imposible, solo que al contrario que aquí, tú no tenías una banda sonora que te apoyara en el momento melancólico cumbre.