Félix Hernáez Casal
Los pulmones de Mireia
Ya he contado alguna otra vez en este foro que desde hace muchos años acostumbro a seguir con interés los diferentes campeonatos internaciones en los que los deportistas españoles toman parte.
No hay duda de que entre todos los eventos el más importante y el que más resonancia alcanza a nivel mundial son los Juegos Olímpicos.
Hace tan solo unos meses que se celebraron los Juegos en Río de Janeiro. A lo largo de de esas dos semanas en las que el deporte cobra todo el protagonismo informativo tuve la oportunidad de disfrutar como un crío de las diferentes modalidades deportivas y alegrarme, entristecerme e incluso emocionarme con las gestas de nuestros deportistas.
Sin embargo, he de confesar que una de las medallas conseguidas me llegó especialmente al corazón.
Un deporte olímpico por antonomasia es la natación.
Es esta una especialidad en la que los resultados de los nadadores y nadadoras españolas nunca han sido especialmente llamativos. Claro que ha habido pioneros que conseguían con escasos medios resultados meritorios como David López Zubero o Rafael Escalas a principios de los ochenta e incluso hemos contado con un par de estrellas medallistas en grandes torneos como Martín López Zubero y Nina Zivaneskaia.
Pero en líneas generales casi siempre que se disputaban mundiales en piscina grande o Juegos Olímpicos la natación española pasaba ciertamente desapercibida y el foco de atención siempre había que dirigirlo a las exhibiciones de estadounidenses, australianos, rusos (antes soviéticos), franceses o alemanes.
Este panorama no ha cambiado demasiado en la actualidad. Usa, Australia, Rusia, Japón, China y las aportaciones europeas de Italia, Francia, Hungría y Holanda siguen manteniendo una salud envidiable en su natación pero entre todas esas potencias y nadadores y nadadoras maravillosos se ha incrustado de pleno derecho una badalonesa que a fuerza de brazada y pulmones ha alcanzado un indiscutible status de estrella y ha conseguido que muchos españoles perdamos con gusto horas de sueño para verla deslizarse como una sirena en las aguas de las diferentes piscinas de la geografía mundial.
Es cierto que junto a Mireia otras compañeras demuestran día a día el valor del deporte femenino español. Nombres como Jesica Vall (medallista en un Mundial al aire libre), Melanie Costa (también medallista mundial), Duane Da Rocha (campeona de Europa) o Erika Villaecija entre otros han contribuido igualmente a dar lustre a nuestra natación y a evitar que cuando se dispute un campeonato de alto nivel la ausencia de participantes españoles en las finales siguiera siendo insoportable.
Pero Mireia Belmonte está a otro nivel y tiene a este modesto articulista cautivado desde hace mucho tiempo.
La recuerdo en Londres alcanzando su primera medalla olímpica, la de plata, en los 200 metros mariposa y escasos días después repitiendo metal en los 800 libre.
Esas dos medallas la consagraron como una extraordinaria nadadora y tanto antes de esa cita como después ha acumulado medallas en europeos y mundiales tanto en piscina corta como larga teniendo siempre en el horizonte lograr el sueño tremendo de alcanzar un oro en Los Juegos.
Nos llevamos todos los que seguimos sus éxitos un sobresalto importante en 2015 cuando por molestias en un hombro no pudo acudir al Mundial de Kazán que iba a servir de antesala a las Olimpiadas de Río 2016 y temimos porque esa dichosa articulación pudiera impedirle brillar en la ciudad brasileña.
Aparentemente recuperada, la badalonesa no faltó a su cita con los metales en la prueba de 400 estilos en la que logró su tercera medalla olímpica y la primera en los Juegos de Río.
Su cara en el podio era de alegría pero a ella le faltaba algo. Le faltaba ese oro por el que siempre había luchado y que todavía estaba a su alcance en las aguas del Parque acuático carioca.
Algún resultado inesperado después de lograr ese bronce en otras pruebas no le hicieron venirse abajo y por fin llegó el día en que su trabajo podría verse recompensado con el premio mayor.
Final de los 200 mariposa en la que Mireia defendía su segunda posición en Londres 2012. Eran aproximadamente las diez de la noche en Brasil y plena madrugada en España.
Mi despertador fijado cuarenta minutos antes de la hora de la final no me deja en la estacada y me despierta con su pitido estridente. Hace calor y recorro los escasos metros que separan mi habitación de la salita de mi minúsculo apartamento en escasos segundos.
El mando de la tele obedece al tercer o cuarto intento (las dichosas pilas que nunca sustituyo en el aparatito) y dejo pasar el tiempo que falta hasta que salga Mireia visionando las carreras que preceden a la suya.
Es el momento y Mireia aparece la penúltima en las presentaciones al partir en la final con el segundo mejor tiempo. Auriculares fuera, albornoz fuera y todas preparadas para el comienzo.
Empieza la carrera que se compone de cuatro largos y como en ella es habitual la prudencia se impone y varias de sus rivales empiezan por delante dirigidas por una australiana, Groves, que ha empezado fortísima.
Sin embargo, a mitad de prueba Mireia empieza a aumentar el ritmo y ya pasa más cerca de la cabeza. La hora de la verdad había llegado y Mireia en el penúltimo largo ya está segunda y comiendo metro a metro la distancia que la separa de la australiana. Me sorprendo a mi mismo al darme cuenta que completamente a oscuras (salvo el resplandor producido por el plasma) estoy gritando como un imbécil y moviendo los brazos como queriendo impulsar a Belmonte en esa lucha encarnizada por conseguir la gloria. Se llega al último paso y el extraordinario comentarista de tve para la natación, Javier Soriano, anima a Mireia a bucear y a tirar de esos pulmones maravillosos que la catapulten al oro y la badalonesa bucea, vaya si bucea, de tal forma que su cabeza aparece en la superficie casi a la par que la de la australiana. Parece que puede ser, que Mireia adelanta a Groves que pierde fuerza pero una japonesa por la calle seis es ahora el problema pues se nos viene echando encima.
Quedan veinte metros y ya no sólo muevo los brazos sino que me abalanzo a escasos metros de la tele para intentar parar la progresión de la nipona a fuerza de mirada de spaguetti western pero parece que Mireia aguanta; que va a ganar. Casi al final es la australiana quien reacciona y cuando ambas tocan la pared de llegada pasa medio segundo interminable hasta que aparece reflejado virtualmente sobre el agua el orden de llegada,… y sí, SI. Por tres centésimas, tres, Mireia había conseguido el triunfo y con él ese oro que tanto ansiaba la catalana y tanto necesitaba la natación española.
Absurdamente emocionado vuelvo a sentarme en el sofá ya con mis articulaciones superiores e inferiores en calma y disfruto de la alegría ahora ya completa de la figura de la natación de nuestro país mientras recupero el resuello.
He recordado las bonitas sensaciones vividas ese día del mes de Agosto al leer la noticia de que se ha adjudicado a las instalaciones de Pontemuiños en nuestra ciudad el campeonato de España de Natación que se disputará en el mes de Abril.
Esa reunión será muy importante y en ella se dará cita lo mejor de nuestra natación (Mireia Belmonte incluida) al ser una de las últimas posibilidades para obtener las marcas mínimas para poder estar en el Mundial al aire libre fijado en Julio de 2017 en Budapest.
Precísamente el oro en un mundial en piscina grande es el único título que le falta a Mireia y a buen seguro que intentará en “territorio Hoszu” completar de manera brillante su ya de por sí increíble palmarés.
En Pontevedra no sólo estará la campeona olímpica sino también la pontevedresa Bea Gómez Cortés o la ribeirense María Vilas además de otras promesas firmes que a día de hoy atesora la natación española.
El evento no sólo tendrá un gran interés sino que a buen seguro tendrá un nivel extraordinario y se celebrará aquí, en Lourizán.
No cabe la menor duda de que los aficionados a este bello deporte de nuestra comarca están de enhorabuena y se lo pasarán en grande la próxima primavera disfrutando de la evolución de nuestros mejores nadadores.