José Benito García Iglesias
El Gran Hotel de Baños de Mar de Los Placeres
En 1876 don Eugenio Monterio Ríos, uno de los políticos más influyentes de su época, adquiere la finca de Lourizán y la convierte en su residencia de temporada estival.
En aquellos tiempos la temporada de verano de las clases pudientes duraba desde junio hasta finalizar septiembre, cuatro meses en que las familias se desplazaban a sus lugares de veraneo y montaban sus residencias veraniegas en las mismas condiciones que sus residencias habituales.
Además de lugar de descanso y esparcimiento de Montero Ríos, Lourizán se convierte en un centro de referencia político y social en la temporada estival; políticos, periodistas y hombres destacados de la época acudían allí para poder disfrutar de unas jornadas en un paraje idílico, siguiendo la estela del prohombre del momento.
Al mismo tiempo que adquiere la finca de Lourizán, compra una serie de propiedades situadas en distintos lugares de la ría de Pontevedra, algunas de ellas dedicadas a fábrica de salazones.
En una de estas propiedades, antigua fábrica de salazón, construyó su Pabellón de Invitados, con el fin de proporcionar alojamiento a los numerosos invitados que recibía en su residencia de verano.
Con el paso de los años esta construcción se convertiría en el Gran Hotel de Baños de Mar de Los Placeres. Un hotel balneario de estilo inglés en un perfecto e idílico escenario para disfrutar de los baños de mar. Fue inaugurado en el año 1902 y se convirtió, según las crónicas del momento, en uno de los mejores hoteles de Galicia en los comienzos del mil novecientos.
Conformaban este complejo hostelero, además del Gran Hotel, la Casa de Baños y el Salón Teatro y contaba también con un pequeño pantalán de madera del Real Club de Regatas.
Placeres se convirtió a finales del siglo XIX y comienzos del XX en un lugar de turismo elitista emplazado en un incomparable paraje de arena y mar, frecuentado por los muchos invitados de Montero Ríos así como multitud de bañistas atraídos por la belleza de la ría de Pontevedra.
Para facilitar la llegada a todos estos visitantes era obligado contar con unas buenas comunicaciones para el transporte y aunque algunos se desplazaban en sus automóviles particulares, la gran mayoría disponía de un tranvía de vapor que realizaba el trayecto de Pontevedra a Marín y que tenía su parada en la misma plaza de la estación del ferrocarril.
Para los bañistas que pasaban una larga temporada en el Gran Hotel, además de sus tratamientos hidroterápicos, era indispensable un programa de actividades lúdicas. Así, además de las excelencias del paisaje y las bondades de la vida apacible con los paseos marítimos recorriendo la isla de Tambo y de los paseos y excursiones por el entorno rodeado de naturaleza, se contaba también con salones de baile, salas de teatro y salas de concierto, donde en muchas ocasiones eran los propios bañistas quienes participan en la realización de las actividades.
En 1918, cuatro años después de la muerte de Montero Ríos, este hotel fue donado por los herederos del político a las Religiosas del Sagrado Corazón, para que estableciesen allí un colegio de niñas con la condición de que se les diese educación a las pequeñas del entorno y se les proporcionase una comida. Este colegio todavía permanece abierto a día de hoy y emplazado en el mismo lugar.
La Casa de Baños continúo funcionando unos años más, parece ser que pasando por varios dueños. El comienzo de nuestra Guerra Civil y la posterior posguerra fue lo que motivó la definitiva desaparición de esta Casa de Baños y con ello el último vestigio de lo que había sido un complejo hostelero de primer orden en un entorno maravilloso de estupendos arenales y limpias y saludables aguas, un paraíso de sol y playa en nuestro municipio, en una zona, hoy por desgracia, muy degradada.