Manuel Pérez Lourido
Rock & Roll sobre el césped
Un equipo de fútbol posee un alma ectoplasmática de difícil análisis, aunque en ocasiones su engranaje es tan evidente que resulta muy sencillo escribir sobre él.
El Madrid gana partidos como en el juego del comecocos: como resultado de un destino insolayable, como una imparable consecuencia de su esencia que consiste en ganar partidos. Un equipo convertido en una paradoja, que se ha despojado de la necesidad de jugar bien para obtener la victoria. Al contrario, cuando peor está jugando es cuando más tienen que temer sus adversarios, ya que esa es la señal de que su derrota está cerca. El Madrid gana títulos "sin jugar un carallo" como decimos por aquí de modo contudente. Hay equipos que tampoco juegan bien, pero consiguen victorias "echándole huevos". Eso no va con el Madrid. Nadie sabe cómo juega el Madrid y menos aún cómo gana, pero lo hace. Un forofo soñador, al cincuenta por ciento de ambas cosas, diría que es un equipo impulsado por un escudo. Un forofo soñador y nostálgico añadiría que también por una historia. Memeces. Los escudos no juegan, las historias están para cagarla y que todo resulte más avergonzante.
Por el Madrid desfilan los entrenadores, envueltos en una coartada táctica, técnica o de temperamento que no logra ocultar el tic-tac ansioso de la hora de los títulos. Ponen y quitan jugadores, aquellos que son susceptibles de ello, queremos decir, y el equipo sigue sin funcionar. Puede que tengan una tarde inspirada y logren golear, pero en la siguiente ocasión se arrastrarán como fardos por el césped, empujados por la rutina, predestinados a lograr un 1-0 en un rebote tras un corner.
El Madrid es un equipo en el que no funciona ningún tipo de táctica porque en cuanto se ponen la camiseta sus jugadores son poseídos por el espíritu de una banda. Por suerte, se trata de un banda de rock&roll. Fue Xabi Alonso quien mejor definió el estilo del Madrid de todos estos años (todos estos años son los que ustedes quieran). A saber: hacer que algo suceda, sin premeditación (uno añadiría "y sin alevosía"), puro rock&roll. El Madrid salta a bailar un rock&roll al césped y sabe que nadie los va a parar. Su leyenda acogota a los más osados y aquellos equipos que brillan a su altura temen el día del enfrentamiento porque ese día igual se organizan, se ponen a correr, defienden como un solo hombre y arriba inventan más que nunca. Lo dicho: la directiva blanca debería olvidarse de entrenadores de postín y contratar de una vez a Loquillo.