Manuel Pérez Lourido
La maldición de Béla Guttman
Ultimamente me apetece escribir sobre asuntos futbolísticos. Son cosas que se hacen porque sale gratis y uno se entrega a ello inconscientemente, que no quiere decir sin darse cuenta, sino como un inconsciente.
Hablaremos hoy de uno de los misterios más conocidos del fútbol y que esta pieza contribuirá sin duda a divulgar (luego firmo "Perogrullo" y andando). Se trata de la llamada "maldición del Benfica" o "maldición de Béla Guttman". El húngaro Béla Gutmann fue entrenador del Benfica de Portugal cuando este consiguió las copas de Europa de 1962 y 1962. Tras ello pidió un aumento salarial, como hubiésemos hecho casi todos. Los directivos no solo se negaron sino que lo despidieron y él se marchó diciendo que el club jamás volvería a conseguir otro título europeo. El Benfica llegó a la final de la Copa de Europa al año siguiente, pero la perdión ante el Milán. Al siguiente fueron eliminados en primera ronda. En 1965 y 1967 fueron derrotados en sendas finales por el Inter de Milán y el Manchester United, respectivamente. No volvieron a competir por el título europeo hasta finales de los 80, cuando jugaron dos finales y cayeron ante el PSV holandés y el Milán. También disputó el título de la Europa League en tres finales, en 1983, 2013 y 2014. Perdió las tres, por supuesto (la última por penaltis ante el Sevilla). Y hasta hoy. "Sin mi el Benfinca nunca ganará una copa europea" fueron al parecer sus palabras. Otras versiones aseguran que dijo: "Nunca, ni en cien años, el Benfica volverá a ganar..."
Según esta última versión, los aficionados del Benfica solo tienen que esperar a 2062 para poder aspirar a ver a su club en lo más alto. Menos da una piedra. Como consuelo, tienen que pensar los lisboetas que, sin tener encima maldición alguna, los aficionados de la Leonesa, del Reus o del Choco, por poner tres clubes al azar, tampoco han ganado un título europeo en todo este tiempo y tiene pinta de que no lo harán ni en 2062 ni nunca. Aunque esto quizá sea mucho decir, porque los caminos del fútbol son inescrutables, maldiciones aparte.