Manuel Pérez Lourido
Secretos de la escritura
Hay gente que escribe "pa diante" sin decir nada. Hace tiempo que me convertí en uno de esos y ahora les explicaré cómo hacerlo.
Ni mentir, ni sincerarse. Esa es la clave: mantenerse a medio camino de la verdad, pero esquivando los precipicios. Ponerse a hilar frases es como cortarse las venas: al principio cuesta, pero luego hasta te da el sueño. Hablo desde la distancia de quien prefiere verse muerto que cortándose las venas. Escribir es sangrar un poco. Es una metáfora de todo a cien, pero efectiva. Cuanto más espesas sean las frases, más costará interpretar las manchas que queden en el suelo. Hay quien escribe y en vez de sangrar se aplica mercromina. La mercromina se va con agua, ni jabón hace falta, y esos textos sin corazón se los lleva el aire, o les da un aire. Cuando a un párrafo le da un aire, se puede pasar por encima de él sin mancharse. No deja huella, está como liofilizado en la página. Sus líneas parecen chuchos famélicos buscando una sombra para dormir la siesta.
Insisto, la cosa está en manejar la verdad con mesura, como quien escancia una esencia valiosísima con sabia tacañería. Además, no estamos preparados para que la gente nos abra su corazón. Pasamos tanto tiempo escrutando nuestro ombligo que nos da reparo exponernos a nuestras propias miserias en la piel de otros. Sólo a través de la televisión somos capaces. El secreto de los reality shows es ese: hacen de espejo de nuestras miserias pero podemos mantener la distancia porque los protagonistas parecen recién llegados de Marte.
En ocasiones, una lectura nos sobresalta. Nos sentimos tan identificados con los pensamientos allí solidificados, que se vuelven líquidos los nuestros, se nos encoge algo dentro, cerca del bazo, y puede que hasta nos tiemblen las piernas. Se pasa con aspirina, como todo. El secreto de la lectura radica en saber leer, no en saber escribir. Escribir lo hace cualquiera, pero leer, lo que se dice leer, sólo está al alcance de cuatro privilegiados. Suele pensarse que leer es descifrar, o discernir, pero es mucho más. Es incorporar, sentir, crear.
Somos lo que leemos. Nuestras lecturas nos construyen y nos destruyen; tiran tabiques, abren ventanas, ciegan pozos, cavan túneles para huir a través de ellos....
Les juro que no recuerdo de qué iba este artículo, lo cuál quiere decir que está a punto de alcanzar su objetivo, cualquiera que fuese este. Cuando se dan demasiadas pistas, todo el mundo se cree capaz, no ya de leer, sino de comprender. Y, al márgen de que la comprensión esté sobrevalorada, es una disciplina al alcance de sólo tres privilegiados. De hecho, la gente que no comprende el mundo en que vivimos somos mayoría, y eso nos hace ser medianamente felices: si se conviertiesen en certezas algunas sospechas no podríamos dormir tranquilos. Otra cosa que está sobrevalorada, el dormir tranquilo. Yo despierto veinte veces y veinte veces empiezo a escribir "pa diante" sin decir nada.