José Benito García Iglesias
Tristán de Montenegro. El más valiente entre los leales, el más leal entre los valientes
En las inmediaciones de la basílica de Santa María La Mayor, se encuentra la calle de Tristán de Montenegro, probablemente a muchos pontevedreses este nombre poco, por no decir nada, les sonará.
Los Montenegro tenían su casa-torre situada en el lado norte de la puerta de Santa María, de la muralla medieval, también denominada Só a Esqueira, próxima a la escalinata y en el lugar que conocemos como el Campillo, y se mantuvo en pie hasta que en 1886 fue derribada por acuerdo municipal.
Su ascenso social se debió en gran parte a su fidelidad a los arzobispos compostelanos, a los cuales apoyaron en todas las contiendas, ocupando importantes cargos en la villa durante la segunda mitad del siglo XV, desempeñando don Tristán el importante cargo de juez.
Con anterioridad, Tristán de Montenegro había sido fiel caballero de acostamiento de los Sotomayor, de los que recibió, de manos de Alvar Páez de Sotomayor, por sus buenos y leales servicios, diversos pagos en tierras y posesiones.
Esta fidelidad se truncó cuando quien asumió la cabeza de la Casa de Sotomayor fue Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga) y comenzaron las desavenencias entre ellos, hasta tal punto de convertirse en acérrimos enemigos al posicionarse en distintos bandos durante la guerra de sucesión al trono de Castilla.
Tristán de Montenegro, regidor de Pontevedra, "tenente" de las Torres Arzobispales, fue el capitán de las tropas pontevedresas en la contienda sucesoria, durante la cual se enfrentó en numerosas ocasiones a Pedro Madruga en diferentes lugares y con dispar suerte.
Don Tristán "juntaba 50 fabulosas lanzas", esas eran sus tropas, a las que había que añadir unos 500 hombres que disponía la villa para empuñar las armas. Con este ejército tuvo que hacer frente a Pedro Madruga, auténtico caudillo feudal, cuyas hordas se componían de entre 4.000 y 10.000 hombres, en gran parte mercenarios extranjeros, equipados muchos con armas de fuego (arcabuces, espingardas...).
En 1479, en uno de los asaltos a la villa por las tropas de don Pedro, Tristán de Montenegro fue herido mortalmente, en la puerta de la Galera, de un disparo de espingarda que le impactó en el cuello. Rápidamente se le trasladó a la casa de los Mariño de Lobeira, para prestarle los auxilios correspondientes pero, debido a los grandes destrozos producidos por el proyectil, nada se pudo hacer por su vida y poco después falleció.
Cuenta la tradición que durante muchos años estuvo ardiendo constantemente una lámpara en la habitación en la que había expirado, como recuerdo de su triste y gloriosa muerte.
Fue considerado un autentico héroe por los habitantes de la villa y así se mantuvo durante años en la memoria colectiva, y aún a día de hoy debería de conservar ese status de "héroe local". El propio Vasco da Ponte, cronista de la época y el único que nos ha dejado escritos que nos aportan datos de la vida de este insigne personaje o al menos los únicos que han llegado a nosotros, es quien, entre otras cuestiones, nos lo retrata como: "un caballero mu esforzado y sabio".
Sus restos fueron depositados en el templo de Santo Domingo de nuestra ciudad, en una sepultura cubierta por una estatua yacente de caballero armado, hoy en día solo se conserva una inscripción sepulcral en el lado izquierdo de la primera de las capillas de las ruinas de Santo Domingo, bastante posterior a la fecha de su enterramiento y con la fecha de su muerte errónea, en la que puede leerse:
"Aquí esta sepultado el noble caballero Tristan de Montenegro, hijo de Albaro Lopez de Montenegro y de Teresa Sanchez de Reino. Murio de una espingardada cuando se tomo esta villa al conde de Camiña, D. Pedro Albarez de Sotomayor en 1464…".
Según nos relata don Casto Sampedro en sus Documentos, inscripciones y monumentos para la Historia de Pontevedra: "Dicho enterramiento tuvo estatua yacente que representaba a Tristán de Montenegro, el más valiente entre los leales y el más leal entre los valientes Caballeros de su tiempo, joven y de hermosa figura, barba cerrada corta, armado, manos en oración, sobrevesta, espada ceñida, tahalí sobre el pecho, yelmo, un ángel sosteniendo la cabeza sobre almohadones, y los pies apoyados sobre el león heráldico. Así aparece en un dibujo que se conserva en el Museo Arqueológico. (Este dibujo parece ser que desapareció y por ello, basándome en esta descripción, al escribir Habladme piedras plasmé un dibujo conjetural sobre cómo sería este sepulcro).
Las cenizas de este héroe fueron aventadas; su estatua no se le creyó digna de otro respeto, que el de emplearla brutalmente en las obras de las modernas Casas Consistoriales, como si fuera un pedrusco informe recién arrancado de la cantera".