Milagros Bará
El arte del continente vs el arte del contenido
Sobre los continentes siempre nos han enseñado que hay cinco, pero la realidad es que hay un sexto continente sobre la tierra en el que viven los que sobreviven de la imagen y del cuento. Por ejemplo, hay quienes viven obsesionados con salir en la tele, eso que vulgarmente se dice chupar cámara, en la prensa o salir hasta en los rollos de papel higiénico. Así están las cámaras llenas de babas y relamidas por personas que no tienen nada que contarle al mundo, ni a su familia , ni a sus vecinos. Pero a poco que te despistes, ahí están.
Ver a un octogenario con una bombona de oxígeno, a un paso de palmarla, pegar codazos al de al lado para salir en plano es patético. O quien nunca mira a cámara porque está pendiente del monitor de plató, "a ver qué tal sale". Es una pena que ya no tengamos a mano las siete plagas. A ver si alguien barre de un plumazo a toda la gente que vive en este mundo haciendo bulto, tipo tumor maligno.
Baste ver al pequeño Nicolás, en la sección de "continentes sin contenido", cuando señalaba con el puntero Australia sobre Groenlandia o Canadá. Menos mal que, el mejor espía del CNI, ha aceptado comentarios como: "mira, el inculto ese que va por la calle", refiriéndose a él, pero por lo menos él lo asume.
Sobre el contenido poco bueno que decir porque es muy escaso. Abundante el modo machismo, el modo clasismo, el modo maltratador y el modo cotilla, "que procede de tía Cotilla, que era una señora de Madrid de la época de Fernando VII muy conservadora que se dedicaba a denunciar liberales".
Todo un ejemplo de "gran continente con un contenido miserable" lo tenemos personificado en Einstein que era un infiel, y machista recalcitrante, que maltrataba a su primera mujer, Mileva Maric, que por cierto fue la co-responsable de la famosa teoría. Pues bien, este señor, este pedazo de premio Nobel, que vivió rodeado de palmeros caribeños tocando las maracas, le impuso a su primera mujer las siguientes condiciones de vida:
"Tendrás que encárgate de que mi ropa este siempre ordenada. Que me sirvan tres comidas diarias en mi cuarto. Que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y de que nadie toque mi escritorio. Debes renunciar a todo tipo de relaciones personales conmigo, con excepción de aquellas requeridas para el mantenimiento de las apariencias sociales. No me debes pedir que me siente contigo en casa, que salga contigo o te lleve de viaje. No debes esperar afecto de mi parte y no me reprocharas por ello. Debes responder inmediatamente cuando te dirija la palabra. Debes abandonar mi dormitorio o mi estudio en el acto. Prometerás no denigrarme cuando así te lo demande yo ante mis hijos, ya sea de palabra o de obra".
Lo "inteligente" para algunos es pasar por la vida sin que nadie sepa "quién eres", ya lo dice el refrán "por dinero baila el perro" y el mundo está lleno de perros bailarines, como la famosa cabra, aunque esta baila en contra su voluntad. Los bien situados bailan al son de los prevaricadores y la búsqueda incansable de trabajo de los parados les parece literalmente "mendigar", pedir limosna. El mundo no está preparado para que triunfen los mejores, sino los que más geta tienen, los prevaricadores y los amiguetes". Así nos va.
Admiro a Richard Branson, con todos mis sentidos (incluso el sexo), porque ha construido una lanzadera que se podría usar para mandar al espacio sideral a toda esta gente que sobra en el planeta. Está la cosa para echar cohetes y viajar al espacio profundo en uno de ellos sin gasolina para la vuelta.
Mientras se me encoge el estómago con el continente contenido del fiera de Einstein, recibo desde Cork la sorprendente noticia de que: Canadá legaliza el sexo entre humanos y animales, siempre y cuando no haya penetración ni lesiones... Me he quedado sin palabras...