Manuel Pérez Lourido
Cuando hace la calor
Aquí no suele ser por Mayo, como en el poema clásico, pero nos damos por servidos si en Junio y Julio podemos mojar la tripa.
El gallego de pro disfruta del verano con una devoción que no está en los escritos. Se pone ropa clara, pantalones cortos, chanclas y agarra una caña con la mano diestra (si la mano diestra fuese la zurda, con la zurda). El gallego de pro se echa a las terrazas como un depredador entrenado en las duras jornadas de un invierno generalmente pasado por agua. Invade las playas con gran profusión de enseres domésticos y parafernalia de plástico. Se pone gafas de sol y rojo como un tomate, no siempre por este orden. El gallego autóctono es muy de ponerse como una gamba los primeros días del "caloret". Trasiega lúpulo y come pulpo, cierra furanchos, asalta terrazas (insisto) y acude a fiestas y romerías como si fuese el último verano de su vida. Come pimientos de Padrón sin preocuparse de dónde vienen, pide tapas de calamares y de chocos y, un día de cada tantos, se da un pequeño homenaje con marisco.
Todo esto es por culpa de la calor. Cuando viene el veranito, regresa ella, coquetuela y mona. Con los labios pintados de rojo pasión y un vestido blanco de volantes, agita en la mano un parasol del mismo color. Y a nosotros se nos encienden las carnes y se nos funden los plomos. Somos así, un poco machistas, una pizca garrulos. Nos pasamos las noches en gayumbos, buscando acomodo encima de la cama, en los sofases, en las terrazas, en los balcones, boqueando asfixiados de tanta pasión desatada.
Es la época en la que la política hace de las suyas, porque sabe que el pueblo está enajenado e ido, entrando o saliendo del agua, pagando una caña o pidiendo otra. Cuelan de tapadillo leyes por las que clamaremos en Septiembre, cuando halla terminado el flechazo, porque todo termina. Y todo vuelve a empezar. Y nos armaremos de razones para salir a la calle bajo los paraguas, reclamando esa vida digna que nos quieren arrebatar (aún más) porque todo quieren que lo sufraguen los de abajo. Lo que pasa es que nos estamos hartando y no sé yo si después de este verano la cosa no va a terminar de cambiar, de una vez por todas.
Pero mientras, seguiremos atiborrándonos de sol y de sombra, retorciéndonos de gusto, saboreando cada minuto de esta tregua anual.