Alexander Vórtice
Oroza
Yo quiero ostentar la humildad del valiente, del que cumple, del que no regatea con materiales terrenales (esas cosas duras y gélidas que escupen a nuestro espíritu hasta llevarlo a la profundidad del abandono, de la soledad).
Yo quiero fugarme como -lo hizo él- de una pequeña ciudad hasta un páramo encantado donde los versos son necesidad apremiante. Codicio residir piadosamente cerca de un museo con olor a mar y rumiar el leve taconeo de mil damas arrimadas a la pantalla de mi hoja en blanco.
Anhelo visitar y avivar una vez más "Évame" y probar la fruta prohibida, la imagen del pecado que está por llegar, que a veces tarda en venir y hace que mis noches se vean a sí mismas como una órbita de desórdenes psíquicos intratables y, a su vez, irremediables de tanto como este mundo necesita poesía.
Yo quiero el diluvio irremediable del bohemio que camina por las calles en luto procurando un filtro para su cigarro de gas azul. Quiero alumbrar un nuevo ensaño de esperanzas, al tiempo que el océano aletea suavemente entre las avenidas de la lírica, de la dejadez que jamás se separa de este ser que no quiere estar.
Yo anhelo convertirme en él porque él sí supo ser él mismo. Enlutado hasta los dientes, hueso dolorido en la frente, tertulia de una tarde encapotada… Anhelo recitar gota a gota ante un paraninfo repleto de jóvenes poetas, futuros sentimentales que saldrán una noche al mundo y verán que nada es lo que parece, a no ser que uno lo escriba desde lo más profundo de su ser, que es donde –en definitiva- se barajan las cartas, los oficios dignos y los poemarios que desgarran el alma.
Yo apetezco palabras que sueñen que las nombro para así una vez más volver a analizar los versos del maestro: "Ellos van a donde nosotros ya estuvimos/En el propósito de continuar/No cesaré en el empeño/Hasta convertir el territorio en mi estatura".
Yo quiero ostentar la sabiduría del hombre contemplativo, errático por naturaleza, hijo y nieto de sí mismo o de un soneto definido a golpe de gestos endogámicos. Quiero sentarme ante el frío y sentir el rostro de Eva.
Cual poeta desarrapado y fiel a su sistema de valores sublevados porque sí, aspiro a lidiar con las fieras manos del destino y doblegar su cabeza de hilos metálicos. Quiero ser, estar y no recibir a nadie en mi casa; quiero menospreciar alumbramientos forzosos y cubrir mi rostro con harapos de ti… Quiero la vida, la sensación de estar vivo para poder definir fielmente mis penas.
Quiero ser enfático, leal y astuto para así estar totalmente denigrado ante los majaderos que veneran lo establecido.
Quiero ser Carlos Oroza ahora que van sucumbiendo los poetas.