Manuel Pérez Lourido
De Gea
En el asunto De Gea, estoy con Keylor Navas. No sólo porque tiene un nombre de pila inigualable, que también sino por haber sido tratado como una mona de cambio. O sea, como moneda.
He querido saltar a escribir esto porque para eso estamos, para abordar los asuntos más transcendentales de la actualidad aunque tengamos la pizza en el horno. De nada.
Keylor es un porterazo. Lo demostró en el Levante y lo demostró en el Mundial. Paró lo que debía parar y, sobre todo, lo que no estaba obligado a parar. Eso es lo que hacía Casillas en sus buenos tiempos. Es decir, mucho antes de que la claque mediática gritase "¡¡paradón de Casillas!!" cuando le llegaba un balón a la altura del pecho. En realidad lo que estaban haciendo era mandar a la m. a Mourinho, que es un señor con el que no se llevan bien porque no les baila el agua. Al márgen de que sea un prenda de cuidado.
Todos los veranos tienen su serpiente. En algunos casos es más una simple culebrilla, en otros parece una anaconda. Esta serpiente de verano, la del traspaso de De Gea, ha terminado resultando una lombriz, o lo que por aquí llamamos una miñoca.
David de Gea quería jugar en el Madrid. Normal. Está con la eurovisiva Edurne, que es una vasca guapa y los vascos, sean guapos o no, no se andan con chiquitas. Además De Gea quería ser portero pichichi: titular del Madrid y de la selección. La prensa madrileña lo había investido como sucesor del Intocable.
Habría que crear una comisión de investigación para esclarecer por qué Keylor Navas fue suplente de Casillas la temporada pasada. No puede ser que Casillas sea suplente de Diego López y el mismo entrenador lo prefira a Navas. Esto merecería una pregunta al parlamento europeo, como la que hizo el candidato de Juns pel Sí a la escisión de Catalunya, digo a a Generalitat de Catalunya, Raül Romeva, preguntando por el pisotón de Pepe a Messi.
El Madrid ha visto su imagen arrastrada por el barro, pero a Florentino le costará limpiar la suya tras esto. El único recurso ha sido acusar al Manchester. El Manchester se ha pegado un tiro en el pie con el Winchester, es decir, con la escopeta de Van Gaal, que se empeñó en retener al novio de Edurne en lugar de hacer caja antes de que quede libre. Y además se gastó un pastizal en un brasileño del Mónaco que no sale ni en los cromos. Tenía a Mendes (¡otro portugués!) de representante. Por eso Mendes no estaba a los mandos del volante la noche de autos y el coche de De Gea, que se había puesto en sus manos sólo por ir al Madrid, se estrelló en la curva de meta.
El fútbol nos engancha porque a veces es como la vida, o incluso más increíble.