José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: Realidad
Esa mañana me encontré a Roberto, uno de mis alumnos. Faltaba más de una hora para que empezara la clase, que hoy versaría sobre valores, en concreto la empatía..
Nos saludamos, me comenta que salió hace dos horas de su casa y que acude en transporte público a la ciudad. Le digo que puede tomarse un café y leer el periódico para no hacer tan larga la espera y siento un nudo en la garganta cuando me dice que con 52 años ha tenido que volver a vivir con sus padres, que no puede permitirse el lujo del café.
No quería llorar, pero mientras lo pensaba las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Sus ojos de tez aceitunada me miraban con un extraño brillo.
Roberto había perdido su trabajo hace cuatro años, 6 meses antes al no tener el derecho a las ayudas estatales y no poder hacer frente a los gastos mínimos tuvo que regresar no como cada domingo, sino de forma definitiva a la habitación de la infancia.
Lo había intentado; durante el último año con ingresos de 426 euros ya se había instalado en vivir por debajo de sus posibilidades y hacía una distribución de sus gastos que le hacía sentirse exánime:
- 250 euros de alquiler del piso de 25 m2
- 20 euros de comunidad
- 20 euros de electricidad
- 10 euros de agua
- 3 euros para comer (Lunes, miércoles y Viernes desayunaba y cenaba. Martes, Jueves, Sábado y Domingo desayunaba y comía)
- 36 euros para imprevistos
- No calefacción, no café...............
Con su cuerpo de adulto Roberto volvió a ser niño. Quiero acercarme un poco a su mundo y me lo imagino el primer día de regreso, acurrucado en su habitación, cerrando los ojos, rígido y helado sin ánimo para incorporarse hasta que su madre se sienta a su lado y le acaricia suavemente.