Manuel Pérez Lourido
Frases de humo
En las tertulias de los sábados a veces alcanzamos un punto álgido en que conseguimos acorralar a alguno a base de estupideces perfectas y tonterías impecables. Cuando le toca el turno a Sartier, suele reaccionar llamando al resto "iuspublicistas". Si se busca en google, que es donde se buscan estas cosas porque es donde se busca todo, leemos: "El término iuspublicista se refiere al derecho público en contraposición al derecho privado". O sea que el cachondo de Sartier lo que intenta es levantar una cortina de humo presuponiendo nuestra profunda ignorancia en temas jurídicos. Mejor dicho: conociéndola.
Esto que nuestro colega hace por deporte y para seguir la fiesta, lo hacen algunos políticos con una falta de escrúpulos que resultaría pasmosa si no conociésemos la cualidad pétrea de sus rasgos faciales. Aún colea lo del "despido en diferido" de Cospedal, que se convertirá en el mantra con el que sus enemigos acompañarán su féretro hasta su última morada. Si se pudiese escribirle algo encima, del féretro digo, como a los dibujantes de Charlie Hebdob, esa expresión aparecería hasta en sánscrito. En el pecado a veces anida la penitencia. Otro tanto ocurre con frases como:
"Ha sido ETA, y el que diga lo contario es un miserable" (Ángel Aceves).
"Estoy en política para forrarme"(Eduardo Zaplana).
"Hay que trabajar más y ganar menos para salir de la crisis" (Gerardo Díaz Ferrán).
"It's very difficult todo esto"(Mariano Rajoy -a David Cameron-)
"Todo es falso salvo alguna cosa" (idem)
"Lo enunciaré de forma sencilla pero ambiciosa: la próxima legislatura lograremos el pleno empleo en España". (Zapatero)
"La crisis es una falacia, puro catastrofismo. Estamos creciendo por encima del 3%". (Zapatero)
"Si me permitís la expresión, el PIB es masculino, es claramente masculino" (Leire Pajín).
Bien cierto es que cuanta más exposición exista ante los micrófonos, mayores serán las posibilidades de acabar diciendo una tontería, pero también es verdad que las tonterías brotan cuando no se quiere decir la verdad. La verdad no deja a nadie en evidencia.
El problema de hacer gimnasia con los conceptos y las palabras, y de estirarlos por los bordes como si fuesen de goma, es que a veces se nos escapan de las manos y el retroceso hace que nos golpeen en los morros.
Además las palabras son muy vengativas, y cuando se abusa de ellas, cuando se las utiliza para engañar o falsificar la verdad, suelen agazaparse para salir en tropel en dirección contraria a la deseada. Entonces la lengua se nos queda enganchada, tartamudeamos, agitamos una sílaba en el aire sin lograr dejarla caer y hacemos el ridículo sin remedio.
Todo esto es lo que se aprende contemplando comparecencias. Extasiados, por supuesto. La última que me tiene trastornado, aún más quicir, es una de nuestro indescriptible presidente de gobierno. Se ha referido a sus mayores oponentes diciendo: "algunos tristes que andan por ahí". "Tristes". Les ha llamado "tristes". El mismo que explicaba las cosas a través de una pantalla de plasma. Un hombre con el estigma de la vorágine y el desenfreno tatuado en el rostro. El ser cuyas alocuciones enardecen a las masas, de puro vigorosas y electrizantes. Y así ad infinitum. Las frases y el humo son demasiadas veces la misma cosa.