Beatriz Suárez-Vence Castro
Tiempo
A veces el tiempo es un "ya", otras veces un "todavía". Se escapa o se hace eterno. Un momento llega para cambiar la vida de una persona y, sin embargo, hay cosas que nunca cambian.
A medida que pasan los años, tener tiempo es nuestra ambición más grande, más que ninguna otra cosa que podamos desear. Tiempo para estar con nuestros padres, con nuestros amigos, para ver crecer a nuestros hijos. Incluso para no hacer nada. Para dejarlo pasar como el mayor de los lujos.
Nos empeñamos en luchar contra él pero es una batalla perdida. Deja su huella en la cara, en el cuerpo y en la mente. Y esas marcas, que tan poco nos gusta ver, son en definitiva buenas señales, la prueba de que seguimos aquí. Con canas, con arrugas, pero aquí. Menos ágiles pero más sabios.
Los "bancos del tiempo" consisten en ofrecer nuestro tiempo a una persona que normalmente no conocemos a cambio del nuestro: Una hora de algo que sepamos hacer, por ejemplo arreglar un mueble roto, nos sirve para que luego el propietario del mueble nos corte la hierba del jardín. Servicios sin dinero de por medio, intercambiando habilidades.
El voluntariado consiste también en trabajar con el tiempo pero en este caso, de un modo desinteresado. No hay intercambio de servicios, sólo se da. Haciéndose voluntario se acompaña a ancianos, se visita a enfermos... Quien lo hace se encuentra la mayoría de las veces con que recibe más de lo que da.
El tiempo es algo tan valioso que nos da más vergüenza pedirlo y más esfuerzo darlo que el dinero. Antes damos un euro que un minuto de nuestro tiempo. "Tengo prisa, no puedo pararme" o "Lo siento, no tengo tiempo" son frases que decimos continuamente y la mayor parte de las veces no mentimos al hacerlo. No somos dueños de nuestro tiempo.
Por eso cuando queramos hacer un regalo a alguien a quien queremos ¿por qué no regalar tiempo? Pasar un rato con un amigo o un familiar al que no vemos todo lo que quisiéramos seguramente le hará más ilusión que cualquier cosa que compremos. O si tenemos alguna habilidad especial, regalar algo que hayamos hecho nosotros, que nos haya llevado tiempo.
Los niños lo hacen continuamente: Regalan dibujos o pulseras o cualquier otra cosa que hayan hecho ellos mismos. A su manera, nos están regalando su tiempo. Y también lo piden, cuando quieren que les leamos un cuento o que les miremos en el momento que logran hacer algo que antes no podían, como tirarse de cabeza al agua o saltar más alto. Justo en ese momento. Porque si tienen que repetirlo ya no será exactamente igual que antes. Les parece imposible que no tengamos tiempo para hacer lo que nos gusta. Los niños son los auténticos millonarios porque tienen todo el tiempo del mundo. Aún no tienen que gestionarlo, sólo lo disfrutan y lo comparten.
Ahora que llega septiembre, la vuelta al cole para los más pequeños, a la rutina para los mayores que hayan podido tener vacaciones, estaría bien proponernos hacer una "hucha" de tiempo para poder romperla cuando nos haga falta. Reservar un ratito cada día para dedicárnoslo a nosotros y a quienes más queremos. Intentar que lo urgente no posponga lo importante. Porque, como nos enseñan los niños, cada momento es irrepetible.