Tribuna Viva
El tamaño no importa: Los Black Stones
Los Black Stones transformaron una pequeña tarima en el escenario más grande que ha visto a Ferrería. Así, irradiando luz propia, sonrientes, despreocupados, guapos y cubiertos únicamente por un manto de cielo, esta pandilla de viejos amigos viejos se elevó por encima de los escasos 50 centímetros que levantaba la plataforma dispuesta para su "gran concierto del año" y alcanzaron, vibrando, el techo de estrellas de a Ferrería.
Con su música me hicieron olvidar que apenas sí podía distinguir sus cabecitas entre los espectadores, aunque no puedo perdonar que me hayan privado del espectáculo de ver de cerca la famosa apretadísima entrepierna de Armando Guerra, el bajista, cuando días atrás habría podido distinguir con nitidez hasta el chicle que Richard Bona pisara antes de subir a un apabullante palco de gala dispuesto sobre los mismos metros.
Con su humor, su energía y su buen rollito, me olvidé también de la diferencia de tamaño y presencia entre estas "tablillas de conferencia" - como algún espectador acertó a definir durante la mañana de montaje al ridículo tablao - y el magnífico y ostentoso escenario megaluminoso, megasonidoso y mega todo de la Plaza do Concello donde, por cierto, minutos atrás Magín Blanco brillaba también, con mucha luz propia pero no menos ajena, aunque él no tuvo la suerte de poder ver alguna que otra lágrima de San Lorenzo mientras actuaba, pues su techo no era de cielo. Sé que eso le hubiera gustado.
Abarrotada a Ferrería hasta los mismísimos topes, en la tercera canción ya me había olvidado incluso de que mis íntimos amigos, los Black Stones, llevaban meses con una ilusión únicamente equiparable a la de un niño en noche de reyes. Ilusión porque llegara su esperado "gran concierto del año", el concierto grande en su ciudad, en casa. Nervios y euforia a partes iguales; camisetas, discos, cámarastodo preparado tras años de ruegos para tocar aquí, en la plaza central. En casa.
"Have you ever seen the rain", y me olvidé por completo de la desolación en sus caras durante la prueba de sonido, al ver que su peor sospecha se confirmaba: se habían llevado SU escenario y habían dejado un cacho de suelo de madera elevado exactamente 50 centímetros sobre el nivel del mar de adoquines. Aunque en la sexta canción ya no recordaba tampoco la sensación de iniquidad. "I want to tell you". Medio sigloya me olvidé de todo.
¡Qué buenos! "Please please me". Al menos un grupo local tiene la suerte de tocar en la tarima de las Peregrinas. ¿Qué más quieren? "I´m a believer". ¿Deberíamos cuidar más la música local, cuidar más a los artistas de nuestra tierra?¿Por qué siempre nos gastamos un pastón en grupos de fuera que muchas veces ni siquiera conocemos y en cambio ponemos tantas trabas y tan pocas "tablas" para que toquen los nuestros? Y si tocan, que ya es un lujo, que sea con el equipo más básico y barato de todos, que para ellos no queda presupuesto. ¡Tocar aquí ya es un sueño! ¿Qué más quieren?
Nada más. Los Black Stones no quisieron ni necesitaron nada más; finalmente emanaron una luz propia tan tan potente que iluminaron la plaza entera y más allá ¿viste los destellos, Magín? Nada pudo ensombrecer su ilusión. Nada pudo nublar estas estrellas.
A mayores, el mimo de Alfonso (ELISON) a los mandos de un buen pero muy corto sonido para toda una Ferrería, un par de focos rosas, otro par de focos azules, unas telas negras muy aprovechadamente dispuestas a modo de improvisada trasera y la luz de la luna, casi violeta, terminaron por colmar de magia, de luz, de color, y Sobre todo de Ella, de buena música, la noche pontevedresa.
Nuestro calor hizo el resto.
Y es que en realidad la tarimita bastó, porque aunque el escenario hubiera sido inmenso y las luces cegadoras, yo no podría haberos visto ni más grandes ni más brillantes.
¡Bravo, Black Stones!
Forever!
Sara Castro López. Litium Records.